Domingo, 22 de diciembre de  2024



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El pasado día 28 se cumplió el 80 aniversario del suicidio de Virginia Woolf, una escritora cuyo legado sigue tan vigente como hace ocho décadas.
acec25/3/2021



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El próximo día 28 se cumple el 80 aniversario del suicidio de Virginia Woolf, una escritora cuyo legado sigue tan vigente como hace ocho décadas. Buena prueba de esto es el libro publicado por Trampa Ediciones y que rescata la voz de la escritora a través de sus epistolarios. Cartas a mujeres parte de una selección realizada por la profesora de la Universitat de Barcelona Nora Catelli, quien también firma la introducción de la obra que también cuenta con traducción de Susana Constante. El lector se encontrará a Woolf en primera persona a partir de las misivas que envió a su hermana Vanessa, así como algunas de sus amigas o confidentes, tanto desde un punto de vista editorial o personal, con nombres como Ethel Smyth, Violet Dickinson, Katherine Mansfield o Victoria Ocampo, entre otras. Es una autobiografía sincera en la que no faltan las confidencias y que concluye, casi a la manera de un epílogo, con la nota final de suicidio que la autora de «Una habitación propia» dejó a su marido Leonard.


La escritora conversa con sus amigas y se muestra sin censura. Por ejemplo, ante la compositora Ethel Smyth asegura que «me parezco bastante a una botella vuelta del revés de donde no sale agua». De esta manera quiere exponer que «tengo mucho que decir, pero al parecer no consigo reunir el momento y el lugar apropiados». En otra misiva, también a Smyth, Virginia Woolf reconoce que «supongo que soy una maldita intelectual. No sé nada de mí misma».


Importante en la vida de la escritora fue la poeta Vita Sackville-West con quien Woolf mantuvo una relación, además de ser la inspiración para Orlando, una de las más celebradas novelas de la autora. Las cartas a Vita nos arrojan luz sobre el carácter de la autora y sobre cómo fue su experiencia con la poeta. Es lo que encontramos, por ejemplo, en una carta del 6 de marzo de 1927: «Fue un regalo abrir el buzón de alambre y encontrar una larga carta tuya, sellada. (...) Desde el punto de vista de la imaginación, este año me pareces más inalcanzable; más nacarada, empolvada; con las piernas más blancas, más alegre, galante y aventurera que nunca». En la misma nota, Woolf le confiesa que «no puedo comunicarte nada. Sin embargo... ah, sí, te quiero mucho de todas maneras... me acuesto en la cama e invento historias sobre ti». En esta misma carta, Woolf se refiere a la reciente publicación de una de sus novelas más conocidas, Al faro. La escritora desea saber la opinión de su querida amiga: «Espero que me escribas tu crítica. Me gustaría tener tu opinión, que es más de lo que puedo decir de otra gente. Tal vez el tema haya sido poco prudente, pero el caso es que uno no cae en estas cosas en un instante... lo inventé una tarde en la plaza [Bedford Square]... sin ninguna premeditación que pueda registrar». Todo ello le hace concluir que «el fastidio con un libro es que todo el mundo piensa que tiene que hablarte de él».


La correspondencia con Vita se alarga con los pasos de los años, en ocasiones con desesperación para nuestra protagonista. Es el caso de una carta del 13 de abril de 1934 en la que le confiesa que «realmente debo escribirte porque quiero saber qué pasa. Pero dicho es porque estás enamorada de otra, maldita seas! Y sin embargo, ¿no soy una naturaleza agradable, como una bandada de pájaros verdes que se posan de vez en cuando? Dios sabe que tenía intención de disculparme por ser tan estúpidamente aburrida, obtusa, soñolienta y agobiante aquella noche en King’s Bench. Me dije: no es sorprendente que Vita ya no te ame porque la aburres y si hay algo que el amor no puede soportar es el aburrimiento».


A medida que las cartas avanzan, también vamos viendo como la salud de Virginia Woolf va menguando. A su hermana Vanessa le reconocerá, días antes de suicidarse, que «ahora estoy segura de que estoy enloqueciendo otra vez».





   
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