Domingo, 22 de diciembre de  2024



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El desierto según [sin] Joan Didion
acec25/12/2021



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Ha muerto Joan Didion. Otra pérdida. La aparición de sus libros era siempre una magnífica noticia. Me había propuesto escribir aquí sobre la última recopilación de sus crónicas, Lo que quiero decir. Mientras tanto, releo la lectura que hice en su día de sus pérdidas y sus desiertos en otros títulos.

Para Joan Didion (Sacramento, California, 1934- Nueva York, 2021), hay veces en las que los crepúsculos son largos y azules –de ahí el título de su libro Noches azules– y se puede pensar que el día no se va a acabar nunca, aunque, paradójicamente, la noche cerrada y el fin se saben muy cerca. Esta es tan solo una de las numerosas definiciones de los fenómenos que conforman la existencia que la escritora norteamericana regala a sus lectores. En El año del pensamiento mágico consiguió estremecer no solo por la narración de la pérdida de su marido, John Gregory Dunne, sino por su capacidad de fijar la mirada en los pequeños detalles que dan forma al entorno. La mirada, en su prosa, se convierte en palabra que describe y, a la vez, interroga para dar un nuevo significado a lo que se está viendo. De ahí derivan todas las lecciones que Joan Didion ofrece.


Por todo lo anterior, Noches azules no es el librito en el que la escritora vuelve a una temática que casi se podría considerar un género –el del duelo–, y que le dio muy buenos resultados, para explicar en esta ocasión la muerte de su hija, Quintana Roo. Si bien es cierto que la pérdida de la hija es el punto de arranque y el centro de este conmovedor testimonio, la reflexión se complementa con otros muchos elementos, que adquirirán diferentes grados de importancia según la situación vital y la sensibilidad de los lectores. La vejez es descrita como la obligación de convivir con la propia decrepitud y la enfermedad para una persona que, a lo largo de toda su vida, ha tenido serias dificultades para comprender la lógica de las relaciones humanas, del paso del tiempo o del funcionamiento del cuerpo humano. Siendo así, tampoco es de extrañar que el proceso de adopción de su hija o la maternidad se le presenten como retos ambiciosos que ponen a prueba sus capacidades y su resistencia.


La feliz coincidencia de la publicación [la aparición de un libro suyo siempre era una magnífica noticia] de Noches azules y de la selección de algunos de sus ensayos y crónicas en Los que sueñan el sueño dorado [ambos editados en 2012 en Literatura Random House] permite una suerte de lectura en paralelo de la que resulta una muy provechosa inmersión en el universo de la autora. El amor por California, que se vive como el descubrimiento del Oeste de Estados Unidos; la fascinación por Nueva York, que también puede resultar una ciudad cansada y triste, o el San Francisco de los años sesenta como epicentro del movimiento hippy aparecen intermitentemente y reiteradamente en la crónica de Didion.


Muchos de los ensayos fueron escritos en los sesenta, pero tienen el mismo valor de crónica que lo tuvo El año del pensamiento mágico o lo tiene Noches azules. En toda su obra, la autora toma parte activa o se acerca tanto como les es posible a lo que está investigando para escribirlo después, ya sea la autopsia de su marido, la vida de las comunas de San Francisco, los rodajes y la comunidad de Hollywood o el recorrido de su hija por las UCI de diferentes hospitales. Gracias a la disciplina que impone a su trabajo y a sí misma para seguir adelante, Didion indaga aunque intuya desde el principio que no va a encontrar las respuestas que busca. En ese proceso, también reúne fuerzas para deshacer los tópicos con los que la cultura tradicional o los amigos bienintencionados quieren alcanzar un consuelo sedante. Es difícil conformarse con los recuerdos, que a veces hieren más que ayudan.


Su ingente producción como periodista –comenzó trabajando en Vogue y ha sido colaboradora habitual de The New York Review of Books–, narradora y guionista cinematográfica ha desembocado en una prosa limpia de artificios, directa y con una clara vocación de hacerse entender, incluso con frecuentes interpelaciones a los lectores. Joan Didion hace gala de haber tenido la fuerza y el valor suficiente para enfrentarse a todo aquello que no entendía, le incomodaba y le atemorizaba. En sus libros busca un interlocutor para seguir reflexionando, con lo que proporciona una oportunidad excepcional para redescubrir el Oeste y otros desiertos geográficos y anímicos.






   
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