Domingo, 22 de diciembre de  2024



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Flavia Company
acec31/12/2021



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Todos los libros de Flavia Company ocultan una forma en su interior. Es lo primero que busca cuando concibe un argumento: la figura geométrica, la estructura arquitectónica o el volumen poliédrico que habrá de resumirlo. Por ejemplo, Haru (Catedral, 2016) contiene una esfera; Que nadie te salve la vida (Lumen, 2012), un dominó; La isla de la última verdad (Lumen, 2011), una matrioska; y así todo un cuerpo matemático —conos, pirámides, cubos…— que abarca los cuarenta y tantos títulos que esta argentina afincada en Barcelona tiene ya en su haber.


Lógicamente, para visualizar la apariencia estructural de su futuro libro, primero debe concebir el argumento. Mientras realiza una postura de yoga, mientras hace unos largos en la piscina o mientras pasea por la ciudad, arma la novela en su cabeza, y no se sienta a la mesa hasta que no ha escrito mentalmente toda la historia. En este sentido, es como Iris Murdoch, que de repente miraba a su marido y le decía: «John, ya he terminado el libro; ahora solo me falta escribirlo». A Flavia Company le ocurre exactamente lo mismo: no abre la libreta ni carga la estilográfica hasta que no tiene la novela tan montada en su cerebro que, por así decirlo, sólo le falta volcarla en el papel para mandársela de inmediato a su editor. De hecho, si le pidiéramos que nos dejara ver el primer borrador de cualquiera de sus obras, lo único que nos enseñaría serían los folios en los que, durante la concepción de la misma y de un modo un tanto obsesivo, dibujó la figura geométrica que la resumía.


Así pues, la escritura es para Flavia Company una «transcriptura», un volcado de todo lo que ya está construido en su interior, una copia de lo que hay en su mente, y cuando se sienta sólo debe preocuparse de envolver bien el paquete. Hace años, cuando todavía era una autora algo inmadura hacía eso que ella misma llama «literatura masturbatoria», que no es otra cosa que el intento de demostrar a los demás lo bien que uno escribe, pero llegó un momento de su carrera, concretamente antes de La isla de la última verdad, en que empezó a concebir la literatura del mismo modo en que un adolescente concibe la lectura: de un modo pasional, voraz, inocente. Los niños se acercan a los libros sin fijarse en la autoría, ni en la opinión de la crítica, a menudo ni siquiera en el argumento. Simplemente los abren y se pierden en sus mundos. Y ese es el método que Company decidió seguir a partir de cierto momento: escribir como leía cuando era pequeña. Y, desde que dejó de concebir la literatura como un egocentrismo, todo ha cambiado.


Ahora Flavia Company es una autora que sólo piensa en el lector. Quiere que sus libros sean como los regalos junto al Árbol de Navidad, que los lectores los abran con la ilusión de un niño, que nada se interponga en el disfrute de los mismos. Y ha llevado tan lejos esta idea que incluso ha dejado de firmarlos. Después de Magôkoro (Catedral, 2019), sus títulos llegan al mercado con la autoría de un heterónimo, que normalmente es el nombre de uno de sus personajes de ficción: Haru, Andrea Mayo y Osamu, hasta el momento. Company ha decidido que realidad y ficción también se mezclen en la autoría, ha dado la vuelta al espejo para que el reflejo sea la verdad y la verdad una mentira, ha borrado su nombre para dar protagonismo a unos seres que ni siquiera existen. Por decirlo de un modo sencillo: se ha convertido en una escritora sin sombra. Y ahora es más feliz.


Flavia Company ha desaparecido y es difícil encontrar. Se ha pasado los dos últimos años viajando por el mundo y escribiendo en los lugares más insospechados. Magôkoro arrancó en una cafetería de La Habana Vieja y terminó en una cabaña de la selva panameña. La autora se ha pateado medio planeta, pero aún le queda la otra mitad. No traten de buscarla. Ya no existe. Su cuerpo anda por las montañas y rostro es ahora el de algún personaje de ficción. Ni siquiera la encontrarán cuando vayan a una librería y pregunten por su último trabajo. Seguramente, el dependiente no sabrá tras qué heterónimo se oculta en la actualidad. Así que pasen el dedo por los lomos de las estanterías, cojan el ejemplar que más les guste y si, al abrirlo por cualquier página emerge una figura geométrica, entonces habrán encontrado una de las obras de la escritora que, de tanto viajar, dejó atrás su propio ego.


El último libro que Flavia Company ha publicado con su nombre es La dimensión del deseo por metros cuadrados. Poesía completa (Comba).






   
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