Domingo, 22 de diciembre de  2024



Català  


Juan Ramón Masoliver y el círculo barcelonés
18/9/2023



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Míriam Gázquez ha estudiado la personalidad y el imprescindible trabajo del activista, crítico y periodista en los escenarios de la edición y la cultura de posguerra


La incesante actividad cultural barcelonesa de Juan Ramón Masoliver (1910-1997) durante los años cuarenta le suscitó al joven profesor Antonio Vilanova el siguiente juicio: “Masoliver es un hombre desorbitado en sus cosas” (1948). Las cosas eran nada más y nada menos que su participación en el semanario Destino, la fundación de la editorial Yunque (1939) y la colección Poesía en la Mano, la creación de la revista Entregas de Poesía (1944-47), que junto con la anterior colección explican, según Martín de Riquer (10-IV-97) “el gran sentido crítico, la universalidad y la pasión por la literatura que siempre sintió Juan Ramón”, y que le llevó a implicarse en el Premio Nadal, mientras guardaba entera fidelidad al Ateneo Barcelonés, del que fue miembro muy activo.


Llàtzer Moix y Sergio Vila-Sanjuán, al fallecer quien había colaborado en La Vanguardia durante más de seis décadas (sus comentarios literarios y culturales son imprescindibles para el conocimiento de la posguerra y la transición) le calificaban de “vehemente y extrovertido”. Unos días más tarde su sobrino Juan Antonio Masoliver Ródenas ahondaba en su personalidad, “capaz de dar una lógica a todas las contradicciones en las que vivía: monárquico anarquista, como le gustaba definirse, católico con la tolerancia de los renacentistas”.


Míriam Gázquez ha estudiado la personalidad de Masoliver en los escenarios de la edición y la cultura en la Barcelona de posguerra. Su libro, producto de su tesis doctoral, es denso, con amplia documentación (a veces, prolija, aunque se silencien trabajos importantes de otras investigadoras como Blanca Ripoll o Raquel Velázquez) y, sobre todo, expuesto con una prosa dinámica que requería su complejidad. No obstante, llaman la atención las escasas referencias a Sònia Hernández, pionera en el acercamiento riguroso a la figura de este lector, crítico y traductor, de cuyo relieve el presente libro da precisa cuenta.


Libro que se centra en el discurso y en los quehaceres de Masoliver, desde sus importantes aprendizajes vanguardistas, la fragua de su perfil cultural bajo la tutela de Ezra Pound y sus oceánicas labores en la posguerra, como los volúmenes de Poesía en la Mano o la revista Entregas de Poesía –“publicación no de grupo o capilla”, según anotaba César González Ruano en La Vanguardia (28-V-44)–.


También la participación en la Academia del Faro, la Academia Luliana de la Cultura y las tertulias de Ester de Andreis, “dos testimonios hasta ahora inéditos” como subraya Gázquez, quien no desatiende las incontables columnas de crítica de La Vanguardia, donde, a juicio de Josep Pla, que aporta Gázquez desde el Diario de Andreis, desperdiciaba su talento.


Sin embargo, esas columnas del diario de los Godó merecerían más relieve, así se podría definir su espléndido cosmopolitismo cultural, por ejemplo, en los magníficos artículos en torno a las Conversaciones Poéticas de Formentor y al I Coloquio Internacional de Novela (1959).


Libro importante que demuestra la heterogeneidad cultural durante el franquismo, la inexistencia de un erial y la facilidad mentirosa (ahora ya en ruinas) con la que se ha despachado la cultura de esos largos años. Y demuestra, a su vez, el papel irremplazable que jugó la llamada por el propio Juan Ramón Masoliver “la generación quemada” (La Vanguardia, 9-IX-65): “una generación quemada y a mucha honra. Puesto a elegir, mejor ser fuego que caldero”.






   
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