Domingo, 22 de diciembre de  2024



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Ángel Crespo, poeta en Venecia
8/7/2024



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Auna suerte de memorias en forma de diario le puso el poeta manchego Ángel Crespo (1926-1995) el título de Los trabajos del espíritu, y con esa titulación publicó en 1999 Seix Barral una primera entrega póstuma de esa modalidad suya de escritura. El antedicho tomo comprendía páginas diarísticas que abarcan parte de los años 1971 y 1972, así como de los años 1978-1979. Las escribió uno de los más prolíficos autores asociados a la llamada generación poética del cincuenta del siglo XX, donde ha de figurar sin duda como uno de sus más remarcables exponentes, más allá de las rituales consagraciones canonizadas en tan amplio como diverso elenco literario.


En la primavera de 2024, un cuarto de siglo después de la referida publicación, la editora madrileña Fórcola ha publicado una segunda entrega de diarios crespianos con el explícito título de Diario veneciano, libro así denominado porque incluye las observaciones cotidianas inéditas del autor relativas a sus estancias en Venecia y acaecidas entre los años 1980 y 1983. Tales textos se complementan en el libro con otros, principalmente en verso, que tan emblemática urbe, y secundariamente otras de Italia, le suscitó, y que se reproducen agrupados bajo el lema Plata en la laguna, textos que constituyen la parte inicial de Anteo errante (1979-1984), sección tercera del conjunto editado en 1985 con el título de El ave en su aire.


Este tomo ha sido preparado y editado cuidadosamente por el filólogo Ignacio García Crespo, riguroso especialista en la vida y obra de su tío, y por el poeta y traductor Jordi Doce, a quien se debe el prefacio “Huellas de un sueño compartido”. Ambos editores informan en una “Nota a la edición” que la escritura diarística del poeta desde 1978 hasta 1984 fue muy continuada, permaneciendo todavía inédita buena parte de la misma.


Cuenta Diario veneciano, además, con un epílogo consistente en un breve escrito esclarecedor y rememorativo ad hoc debido a quien compartió con el poeta esas estadías en la capital de la región del Véneto, la también poeta, traductora y estudiosa zamorana Pilar Gómez Bedate. Ese texto ella lo había dado a conocer en la revista turolense Turia en su número 92, correspondiente a 2009. Añado aún que ambos editores, García Crespo y Doce, han tenido el acierto de incluir en el libro distintas páginas informativas que resultan complementos bien útiles al Diario veneciano. Aludo, amén de a un nutrido índice onomástico, a una cronología de los vínculos de Ángel Crespo con Italia, cronología que finaliza en 1994, año en el que el poeta publicó la antología Poetas italianos contemporáneos. Y aludo asimismo a unas noticias mínimas pero suficientes sobre una selección de enseñantes, filólogos, escritores y artistas que son mencionados en el diario por sus respectivas relaciones en Italia, y en concreto en Venecia, con el poeta ciudarrealeño.



La mayor parte del contenido de Diario veneciano concierne a la estadía del poeta en la ciudad con ocasión de haber sido contratado como profesor visitante para impartir docencia en la prestigiosa universidad pública Ca’ Foscari, donde dio un curso monográfico sobre el Modernismo hispánico en el período académico comprendido entre los meses de enero y julio de 1982. Dicha estancia y ocupación profesional se entrelazó con diversas visitas a otras ciudades italianas durante ese tiempo. Los Crespo se desplazaron a Trieste, Florencia, Parma y Rávena casi siempre para el reencuentro con escritores y colegas, para dar alguna conferencia, y por supuesto para recorrer de nuevo tales localidades y sus lugares más emblemáticos, sin que falten visitas a sitios vinculados a escritores (Joyce, Dante, Boccaccio, entre ellos), de modo que estas páginas pueden considerarse también, como señala Jordi Doce, un libro de viajes.


Tuvieron la fortuna Ángel Crespo y Pilar Gómez Bedate de poder alojarse en la zona de Campo San Samuele, nada más ni nada menos que en un palacete ubicado a escasos metros de la casa natal del polifacético aventurero y escritor dieciochesco Giacomo Casanova, una circunstancia providencial que aumentó el interés del poeta manchego por traducir al español, a instancias de Pere Gimferrer, sus memorias, aunque se limitó a las centradas en España. También fue Venecia el ámbito donde iba a emplearse en iniciar la traducción, para editorial Bruguera, de la poesía del Canzoniere de Petrarca.


Ambas tareas hubo de irlas alternando con su acostumbrada multiplicidad de intereses intelectuales de todo tipo, empezando por la creación poética propia, y continuando por los distintos quehaceres a los que como especialista se debía, y para los que era frecuentemente requerido en foros españoles e internacionales: el elenco abarca desde reseñas y artículos hasta conferencias, ediciones, versiones al español de escritores portugueses, brasileños, clásicos italianos, correcciones de pruebas de distintos libros próximos a su salida, preparación de clases, asistencia a algunas reuniones académicas, y a muchos eventos culturales que se prodigaban en Venecia, ciudad que recorría una y otra vez, y desde la que se desplazaba a enclaves próximos, entre ellos navegando a la isla de Burano, en uno de cuyos restaurantes solía acudir, atraído por las calidad y esmero culinario que tanto valoraba y en el que estuvo bien impuesto, como se pone de relieve tantas veces en Diario veneciano.  


Este libro permite a sus lectores acceder de manera muy directa a las principales filias y reticencias de Ángel Crespo como persona, como ciudadano, como profesor, como intelectual y como poeta. Enseguida uno se percata de que siempre estuvo motivado por el desafío continuo ante nuevos retos, así como por la búsqueda del conocimiento en todas sus dimensiones, sobre todo las esotéricas. Igualmente por la erudición, nunca reparando demasiado en el costo dinerario que le suponía la constante compra y trasiego de libros, no pocas veces de difícil acceso, y especial rareza, y a menudo auto enviándoselos a sí mismo entre dos continentes: el europeo donde los encontraba y adquiría, y el americano, con destino caribeño, al que los iba remitiendo para concentrarse en su lectura en su casa de Miradero Hills cercana al campus de la universidad de Puerto Rico en Mayagüez, donde era docente.


Puestos a elegir algunas de las numerosas informaciones de gran relieve sobre la vida y obra de Ángel Crespo que aporta Diario veneciano, dejo constancia de las siguientes: las diversas dataciones de poemas concebidos en Venecia; los pareceres personales acerca de sus dos conjuntos líricos aparecidos por entonces, Donde no corre el aire (Sevilla, 1981), y El aire es de los dioses (Zaragoza, 1982); los inesperados puntos de contacto que creyó apreciar entre su poesía y la de Ósip Mandelstam, pese a su tardía lectura de tan sugestivo autor; una reflexión sobre su actitud ante la práctica poética (“En mi poesía busco un difícil equilibrio: es cierto que pretendo dominar a las palabras, pero dejando que ellas pretendan dominarme” (240).


No puedo resistirme a subrayar como punto culminante de mi recorrido por Diario veneciano una bien original reflexión de Ángel Crespo, autor de los ensayos contenidos en su obra de 1970 Poesía, invención, metafísica, sobre lo que entendió podía ser la poesía: “Nada tan esotérico como la poesía que merece este nombre. Las verdaderas intuiciones poéticas son revelaciones que se producen por medio de la interpretación de los signos —naturales o artificiales—, de sus analogías y sus concordancias, dictadas por las voces interiores del poeta. La poesía es la más alta forma de la magia.” (196).   














   
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