Domingo, 22 de diciembre de  2024



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El monstruo femenino: Shirley Jackson y Angela Carter
6/11/2024



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El revival de las escritoras de terror Shirley Jackson y Angela Carter. Sus nombres y su obra estarán muy presentes en el Festival 42, de géneros fantásticos de Barcelona.



Nuestra casa y familia, el barrio donde hacemos comunidad, incluso nuestro propio cuerpo, se suponen lugares seguros, espacios para escondemos de la realidad apabullante de ahí afuera y de los otros, pero ¿qué sucede cuando esto no es así? En el momento en que los cuentos maravillosos se convierten en historias de horror transformadoras, los vecinos nos señalan como la próxima de la lista, la extrañeza borra el rostro conocido del espejo. Entonces es cuando entramos en el territorio de lo insólito, allí donde no es solo el horror lo que nos remueve, sino emociones sin nombre pero reconocibles por todas, pues es cuando el vértigo te sobreviene sin necesidad de altura, porque contemplas un vacío a tus pies que solo se puede definir como ruptura de la cotidianidad, la misma vida pero en una construcción aberrante.


Si hemos de hablar de dos maestras a la hora de sacar lo interior hacia afuera, hacer lo invisible visible y generar turbulencias en los espacios seguros, tenemos a Shirley Jackson y Angela Carter. Dos autoras que hace unos años pocos reconocían cuando mencionabas sus nombres, pero que en la última década han regresado de entre los muertos, como sus criaturas y fantasmas, junto con sus obras, desde recopilaciones de cuentos hasta novelas. Este mes de noviembre se publica en Sexto Piso Las niñas sabias, de Angela Carter con prólogo de Ali Smith y en L’Altra Editorial, La loteria i altres contes, de Shirley Jackson.

 

En el caso de Shirley Jackson, escritora estadounidense de cuentos, novela y ensayo, puede que os suene más por La maldición de Hill House (Minúscula, 2019 y L’Altra, 2014), historia que Netflix llevó a la pantalla en 2018 y, pese a no ser fiel a la obra de Jackson, mantiene ciertos puntos en común y tuvo bastante éxito.


Una historia que nos habla de almas y vidas truncadas por los fantasmas que los acosan, y es que la autora de Hill House fue una mujer torturada por un matrimonio infeliz y una horrible relación con su madre, que la llevaron a tener problemas de adicción con los fármacos, el alcohol y la comida. Jackson sufría agorafobia y escribía de forma obsesiva, y si hay algo que destaque en su narrativa es el humor perverso y afilado que se convirtió en su sello.


Precisamente fue esa vida aislada, dedicada a observar aquello que la rodeaba, la frustración y su continua lucha por adaptarse a la vida doméstica, lo que hizo que escribiera sus mejores páginas. En la narrativa de Jackson, lo insólito se cuela en la cotidianidad, porque no hay diferencia entre la vida diaria y lo que podría resultar extraño, ambas se mezclan porque la realidad oculta siempre un anverso perverso. Aquello que parece romper con el orden natural de las cosas, aparece en las historias de la autora a plena luz del día, no se oculta ni utiliza subterfugios, sino que es un acto más de la vida cotidiana.


Esto es algo que podemos comprobar en el relato que la lanzó a la fama. La lotería  (en Cuentos escogidos, Minúscula, 2015) es un cuento que podríamos etiquetar de folkhorror, en el que un pueblo entero participa en un sorteo para ver quién será la siguiente ofrenda. Lo pavoroso de la historia no está en el hecho en sí o las consecuencias, sino en la naturalidad con que actúan todos, incluso los niños, inmersos en este ritual anual.


En general, el miedo en Jackson está ligado a los barrios y pueblos, pequeñas comunidades, a las familias y, en especial, a las casas. El lugar que ocupan en la comunidad, su construcción y posible fragilidad es lo que nos muestra el estado real de sus personajes, la situación por la que transitan y de dónde vienen, cuáles son sus deseos más profundos.


Las mujeres son las grandes protagonistas de sus historias, personajes que, pese a que podemos ver desde el principio que están sometidas a múltiples vicisitudes, son dueñas de sus decisiones. Sus mujeres son personas superadas por los ideales de perfección, que buscan refugio en adicciones y en la abstracción de la realidad y, cuando no alcanzan las exigencias, consuman actos irreparables. Porque lo monstruoso se oculta en las relaciones y círculos íntimos, son la mente torturada de una sociedad, de una época; con miedo a ellas mismas y al otro.


Y en estas mujeres, en estos hogares ruinosos, es donde vemos reflejada a la autora, atada a la rutina doméstica y obsesionada con los fantasmas del pasado, esos compromisos no deseados, herencias familiares que no podemos quitarnos de encima, un eco presente a lo largo de toda una vida. Ahí vemos el paralelismo con Eleanor, protagonista de La maldición de Hill House, y los conflictos con su madre, o con Merricat, de Siempre hemos vivido en el castillo (Minúscula, 2017 y L’Altra, 2016), y sus pequeños rituales en un ambiente claustrofóbico, asediada por los vecinos.


En las obras de Shirley Jackson no encontraremos fantasmas o fenómenos puramente sobrenaturales, sino desesperación y locura en comunidades aparentemente idílicas y en niños dotados de inteligencia y crueldad sinuosas. En unas mujeres que no logran domesticarse y pierden la cabeza a causa de lo que la sociedad les impone.


En contraposición a las mujeres de Shirley Jackson, la periodista y novelista británica Angela Carter rompe el molde con sus protagonistas, demostrando que las mujeres pueden ser malvadas, sin excusa necesaria ni debilidad que las provoque.


Angela Carter tampoco tuvo una infancia y juventud sencilla. Durante la segunda guerra mundial fue evacuada y vivió con su abuela en Yorkshire, sufrió anorexia en la adolescencia y dejó la escuela a los 19 años para trabajar como periodista.


En sus obras podemos ver referentes que adquirió en sus estudios de literatura inglesa, que realizaría más adelante, así como el surrealismo de Sade y Bataille. Viajó a Japón gracias a la dotación de un premio y, después de divorciarse, vivió dos años en Tokio, reflejando sus vivencias en varios artículos. Pese a volver a casarse años después, Carter siempre fue una mujer que vestía su independencia con orgullo. Escribió artículos para The Guardian, The Independent y New Statesman, y trabajó en distintas universidades a lo largo de su vida.


Los cuentos maravillosos están presentes desde sus primeros escritos, como su novela La juguetería mágica (Sexto piso, 2022). De hecho, yo conocí a la autora por Cuentos de hadas de Angela Carter (Impedimenta, 2016), una recopilación de cuentos maravillosos a la que dedicó años de su vida y donde podemos leer sus palabras y su opinión sobre los mismos. Carter utilizaba la fórmula del bosque y las criaturas fantásticas para reflejar la realidad de una sociedad marcada por la guerra y el horror que le siguió, además de para denunciar la situación de la mujer y de los niños de su tiempo. Algo que podemos ver también en los relatos de La cámara sangrienta (Sexto piso, 2017) y en la película basada en uno de sus relatos: En compañía de lobos (1984).


Porque el feminismo de Carter salta a la vista cuando la lees. Especialista en personajes femeninos poco convencionales, que no buscan justificación por sus actos malvados, puesto que la autora denunciaba la invisibilidad de la mujer fuera del territorio de la familia y del matrimonio, donde se argumentaba que sus actos eran motivados por circunstancias ajenas a ellas, ya fuera por actos de terceros, debilidad o locura. En cambio, Carter les concede la capacidad de hacer el mal siendo conscientes y responsables de su propio horror, con una voz descarada y agresiva, capaz de desmontar los tabús sexuales y las convenciones de género.


Carter expone lo de dentro hacia el exterior, no teme a la sangre o los huesos, los monstruos asumen con dignidad ser el otro, y las protagonistas virginales de los cuentos maravillosos se convierten en jóvenes conscientes de su sexo y curiosas por el mundo que las rodea, y por la muerte que es inherente a la vida. La dimensión animal del ser humano, así como la mujer artificial como muñeca o autómata, le sirven como reflejo crítico de una feminidad-objeto sin capacidad de pensamiento propio, animadas por el instinto de doncella y madre, transformando a sus protagonistas en personajes con géneros alternativos, supervivientes que rompen con los cánones, valores y estereotipos supuestos tanto en el mundo real como en el maravilloso.


En Angela Carter las criaturas fantásticas son realidades, la transformación y la muerte son parte de la cotidianidad, el horror son las ataduras y los monstruos aquello en lo que nos convertimos al liberarnos.


Shirley Jackson y Angela Carter son dos autoras que nos hablan del horror de la feminidad desde puntos de vista muy diferentes pero que, en el fondo, demuestran que no hay nada más terrorífico que una criatura salvaje a la que se obliga a agachar la cabeza una y otra vez, una hembra atrapada en el constructo que es el ser mujer en una sociedad que no ha cambiado tanto.





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