Pepa Cantarero nace en Baños de la Encina, provincia de Jaén. De su tierra le quedan el sonido de las varas cimbreantes sacudiendo el olivo, los ojos de extrañeza, esa mirada de desafío, brillante, el porte grave –denso, casi bronco-, la ternura del melancólico y la indefensión de la espera. Pepa escribe con avidez, con desmesura. Abrazada el relámpago de los sueños, se disuelve en el espacio y doblega, entre temblores, la memoria. Pepa destila sus palabras en un alambique artesano y cálido.