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Juan Antonio Masoliver Ródenas publica el poemario 'La negación de la luz', que concibe como su último libro
Ignacio Vidal Folch4/1/2018



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Si el aluvión de visiones, sentencias y reflexiones de El ciego en la ventana (2014) estaba supuestamente contado desde el más allá, post mortem, su nuevo poemario, La negación de la luz, está escrito, dice el autor, desde "una convicción de final de trayecto, y pensado como mi último libro". La poesía de madurez, o de senectud, de Juan Antonio Masoliver Ródenas (Barcelona, 1939) es dramática, intensa, meditabunda y sombría, asomada a una noche negra. "He visto la sombra de mi alma/ por un oscuro corredor…". ¡Cuánto ha cambiado desde sus sarcásticas novelas de finales de los ochenta, principios de los noventa, aunque, como en ellas, aquí estén también tan presentes el sexo, el erotismo, la desnudez, la infancia y el desdén! "Aquellas novelas estaban dominadas por el ingenio, por la provocación", explica el poeta. "Liberada de esa ocultación en lo ingenioso, mi última poesía creo que es mucho más auténtica. Trato de hablar de la realidad de la edad, de la muerte, de los años, o sea de todas esas cosas que has ido negando a favor de la vida. Buscas la raíz de todo, incluso del lenguaje, buscas un lenguaje menos juguetón, más sugerente e intenso."

Hace unos años, jubilado de su cátedra de literatura hispánica y latinoamericana en la universidad de Westminster de Londres, Masoliver regresó a su Aleph particular: el pueblo de mar, a pocos kilómetros de Barcelona, que fue el escenario de su infancia y es el escenario del teatro de su memoria, sus meditaciones y fantasías, novelas y poemarios. Desde la terraza de su casa llena de libros se ve el mar de siempre y el jardín donde en los veranos de la posguerra su padre, como tantos señores de la época, en medio de un círculo familiar, echaba a volar globos de papel que a veces, desequilibrados por el viento, ardían, y aún arden, suspendidos en el cielo, en los versos del hijo.

Escapado de España a la primera ocasión que se le presentó, Masoliver piensa que regresar fue un error, aunque en sus relatos y poemas apenas figura aquella ciudad donde se ha pasado la vida. "Mi padre era muy anglófilo, leía la prensa inglesa y nos mandaba a que fuésemos al instituto Británico, que estaba en la Diagonal, a buscar el Telegraph, y yo por el camino de vuelta lo leía, sin entender nada. Cuando llegué a Inglaterra, en el 63, era un país sórdido. Persistían el racionamiento y el puritanismo británico aunque la apariencia del país era como la revista House & Garden, que respondía a la imagen que mi padre se hacía de Inglaterra. Luego asistí a la ruptura, viví la plenitud de la época pop... Para mí Inglaterra era un paraíso y con todos los defectos que puedan tener los ingleses como seres humanos me encantaba lo discretos que eran, el culto de la educación… Quizá por eso Inglaterra apenas aparece en mi escritura."

Sus últimos libros se encomiendan desde el título a la luz y ceguera. Paraísos a ciegas: "¿Y deja de ser la luz / porque la ocultan / las sombras de la noche/ o porque cierro los ojos/ como si quisiera negarla?". El ciego en la ventana: "Aquí se inventó la luz,/ y con la luz el color./ Aquí se gestó el dolor./ Aquí se apagó la luz.". Sònia: "L'amour/ comme un vitrail:/ feu de lumière./ La cathédrale./ Le cimitière.". La negación de la luz: "Maldigo la luz./ Maldigo la noche y su croar de ranas/ el día antes de nacer/ en el que llegué a este pueblo ingrato,/ a este país ingrato, a este mundo/ ingrato. Ojalá hubiera nacido/ antes o más tarde. Ojalá / hubiera nacido inglés o italiano./ Me busco en los espejos y no me encuentro./ Me busco en la escritura y no me encuentro".

"Mi padrino era sordo, mudo y ciego. Se comunicaba acariciando. Esto, cuando yo era niño, me impresionaba mucho. Por otra parte en los pueblos como éste los ciegos eran una presencia muy corriente. Tuve una obsesión con la ceguera de mi tío… Si cierro los ojos ¿qué es lo que veo? Niegas la luz porque crees que hay una luz interior mucho más profunda que la exterior, que un ciego ve mucho más que un vidente, que su mundo interior es más rico porque no le distrae el mundo exterior. Para llegar al conocimiento perfecto, para llegar a la ultraluz del paraíso, es preciso atravesar la oscuridad." En torno a estas visiones, recuerdos y anhelos esenciales gira la poesía desnuda y extrema de Masoliver Ródenas: "...Sólo oigo el silencio. Sólo hablo/ con difuntos. Lloro ante las calles/ empinadas que llevan a una casa/ que he olvidado. Sólo recuerdo/ el día en que llamaste a la puerta/ de mi corazón/ donde ahora hay una cruz/ ante la que lloras y lloramos/ juntos. Sí, recuerdo este llanto/ y la tarde del último dolor/ en la que cerré los ojos para siempre."



   
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