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El poeta de la luz y de la piedra. Un libro recupera la vida y la obra del artista Manuel Sayrach, uno de los grandes del modernismo catalán
acec29/12/2018



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A Manuel Sayrach todavía le duele que en 1973 se hiciera una exposición sobre la arquitectura modernista en Barcelona y que en el catálogo, preparado, entre otros por Oriol Bohigas, a su padre se le dedicaran apenas unas líneas, incluso ignorándose la fecha de la defunción. Su padre fue Manuel Sayrach i Carreras, uno de esos nombres del modernismo catalán que han quedado injustamente olvidados. Ahora una completa monografía, editada por el Ayuntamiento de Barcelona y bajo el cuidado de Núria Gil y Manuel Sayrach hijo, recupera la figura de un autor que tenía una concepción total del arte. Manuel Sayrach 1886-1937. Arquitectura i Modernisme a Barcelona aporta nuevas luces sobre el artista y sobre el conjunto de su obra interrumpida por su prematura muerte.



Su obra más celebrada, un buen resumen de todos aquellos temas que le interesaban, lleva su nombre. Es la Casa Sayrach de Barcelona, situada entre la calle Enric Granados y la avenida de Diagonal. La conocida popularmente como Casa de la Nata, es, como recuerda el hijo del arquitecto, «un homenaje a Cataluña. Es una oda a Cataluña, como demuestra la documentación que mi padre entregó al Ayuntamiento cuando trazó la casa».


Pero Manuel Sayrach no era solamente un arquitecto hasta el punto que su hijo rechaza la etiqueta de «arquitecto modernista». Buena prueba de ello es su exploración de otros lenguajes, como el teatro, la poesía, la pintura o la música. Y es que sus maestros eran nada menos que Goethe y Wagner, algo que le gustaba reivindicar en muchos de sus trabajos. Su abanico de intereses le llevó incluso a la redacción de lo que sería una suerte de constitución republicana pensada para su amigo Francesc Macià antes de que alcanzara la presidencia de la Generalitat de Cataluña.


Núria Gil, en declaraciones a este diario, explicó que para poder reconstruir la figura de Manuel Sayrach «hemos tenido que recoger el máximo de información posible, una labor que emprendieron sus hijos hace mucho tiempo. A ello se le suma, precisamente, el testimonio de ellos, que ha sido de gran ayuda. Todo esto nos permite tener una visión muy completa de un autor que tenía un mundo interior muy completo».


La larga sombra de Gaudí es perceptible en la producción arquitectónica de Manuel Sayrach, tanto la conservada como aquella destruida. En este último grupo se encuentra, por ejemplo, la Torre dels Dimonis, conocida así popularmente a consecuencia de la peculiar decoración que tenía. Estaba situada en Sant Feliu del Llobregat y fue uno de los primeros trabajos de Sayrach, un proyecto en el que empezó a trabajar en 1909, tres años antes de iniciar su carrera como arquitecto, un título que no tenía en esos momentos. La especulación inmobiliaria, tan propia del franquismo, hizo que el conjunto fuera convertido en ruinas en 1960. Manuel Sayrach hijo todavía guarda algunos de los llamativos elementos ideados por su padre en lo que fue el refugio de la familia. La riqueza imaginativa del artista se hizo patente en esta propuesta arquitectónica donde era notable la influencia del gaudiniano Park Güell. Eso resultaba evidente, por ejemplo, en el llamado Mur de la Creació, que se extendía desde la puerta de la entrada hasta la torre y que llevaba a los visitantes hacia el interior de la finca, todo ello para rememorar los seis día del Génesis. A ello se le sumaba una serie de figuras decorativas, algunas tan llamativas como los demonios que acabaron dando nombre a este desaparecido recinto.


Entre lo que sí nos ha llegado hasta nuestros días, la obra maestra es la Casa Sayrach, ese canto y homenaje a Cataluña. Porque, como explica el hijo del artista, «mi padre era un poeta de la luz y de la piedra». Y para ello no necesitaba escribir versos sino hacer poesía visual construyendo e ideando edificios únicos. En este edificio, inaugurado en 1918, expuso las líneas generales de su teoría estética. En este sentido, Núria Gil subraya que «pese a ser uno de sus primeros trabajos como arquitecto, es una obra totalmente madura». Rico en detalles de todo tipo, en juegos visuales y de luces, Manuel Sayrach quiso que fuera una representación simbólica de su visión de Cataluña. Para ello creó un edificio con una gran fuerza escenográfica que invita al visitante a explorar cada uno de sus rincones, a mirar por todas partes descubriendo a cada instante algo nuevo, un elemento que no deja indiferente. Todo ello es consecuencia del gran uso de la naturaleza, haciendo de la luz y el color blanco las principales herramientas con las que trabajar. La precisión de Sayrach lo llevó incluso a diseñar los números 423-425, que son los que ocupa el edificio en la avenida Diagonal. El espíritu del estilo modernista, así como las influencias de sus queridos Wagner y Goethe también ocupan buena parte de lo que es esta impresionante Casa Sayrach.


Justo al lado, en los números 153 y 155 de la calle Enric Granados, está la Casa Montserrat, la otra gran construcción soñada por Sayrach. El edificio toma el nombre de la esposa de Montserrat Fatjó dels Xiprers, la que fuera esposa del arquitecto. Y es que Manuel Sayrach quería que el edificio estuviera dedicado a ella. De nuevo, el artista demostró ser un espíritu libre, con una personalidad propia: en un momento en el que el Noucentisme se estaba consolidando en la capital catalana, Sayrach optó por apoyarse en las líneas modernistas. La espiritualidad y el paso hacia la trascendencia –«igual que Màrius Torres», como le gusta decir al hijo de este autor– son los ejes de esta Casa de Montserrat y que se encuentra, pared con pared, rivalizando con la Casa Sayrach.


«Mi padre tenía una idea del arte como algo total. Se preocupaba de todo, hasta de diseñar el ascensor.
 Todo lo dibujaba y todo lo quería controlar, incluso que los obreros que se encargaban de construir sus diseños estuvieran bien pagados», apunta Manuel Sayrach hijo, quien sigue viviendo en la casa que diseñó su padre y que tiene como nombre el apellido de la familia.

 

Víctor Fernández
La razón



   
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