Rehenes del abismo plantea un escenario en el que Cataluña se ha convertido en una república independiente tras ganar, en una segunda Guerra Civil, al Estado español. Fernando Gracia acaba de publicar esta novela negra distópica con la editorial Distrito 93 y también es autor de las novelas Un detective en la cocina (2013, Ediciones MTM) y La rebelión de las lentejas (2016, La Equilibrista Editorial).

Estoy muy preocupado por el futuro inmediato del país, pero sobre todo por el de Cataluña. Movido por la lección de actualidad que nos dan países como Venezuela y Cuba, devastados por sendos totalitarismos populistas, uno de los mensajes principales de la novela es que debemos cuidar nuestros sistemas democráticos y sus pilares del Estado (el poder legislativo, ejecutivo, pero sobre todo el judicial), si no queremos escarmentar como ellos.  Cuando vemos en la actualidad política que los jueces están siendo sustituidos y condicionados en sus decisiones más cruciales por los gobiernos de turno, deberíamos preocuparnos más, a mi juicio, a nivel general, pues en cualquier momento puede sobrevenir la catástrofe nacional por errores como estos. Pero muchas veces sucede que, cuando el pueblo se da cuenta del abismo, ya es tarde.

En parte sí. Como se trata de un clásico que adoro, sería imposible negar su de influencia.

Sí. Me parece que los políticos de hoy en día son más radicales que los del siglo pasado. Se ha recrudecido el independentismo en esta década pasada y creo que los políticos deberían, en general, tratar de no enfrentar tanto a la ciudadanía. En Cataluña hay una realidad social que sigue sus propias pautas de convivencia pacífica. Forzar ahora una independencia sería imposible a nivel europeo. La Carta Magna no contempla tales cosas, y solo serviría para enfrentar a la población y prácticamente convertir la nación española en otra Yugoslavia, balcanizando dolosamente el país, forzando la situación hasta llevarnos a un enfrentamiento social de continuos disturbios, violencia permanente y tal vez incluso de guerra, si algún país como Marruecos, por ejemplo, o Rusia o Estados Unidos, decidiera apoyar semejante iniciativa.  Sin embargo, lo más probable que pasase, en el peor de los casos , sería una ruptura con la UE y su consecuente ostracismo político y económico, que aislaría perniciosamente a Cataluña y la llevaría sin defecto a la ruina, tal como describo en la novela, arrastrándola sin remisión a una hecatombe social y económica de consecuencias inimaginables. Hoy muchos amigos se ríen cuando les cuento mi preocupación. Les recomiendo leer mi novela para que se les pase dicho optimismo.

Soy optimista en el fondo y creo que no llegaremos al nivel descrito en mi novela, de jungla de asfalto salvaje total. Creo que el “seny” catalán, el juicio, se acabará imponiendo al final. Tal vez habrá disturbios y guerras urbanas de guerrillas, por temporadas. Pero casi estoy convencido que la región seguirá formando parte del estado español. Como dijo Bono, de U2: “Los separatismos no llevan a nada bueno a ninguna nación”. Y si lo dice él, que es irlandés y las habrá visto de todos los colores, es decir, que sabe de qué va la cosa, por algo será. Deberíamos aprender de frases así. O del Imperio austrohúngaro para no repetir los errores garrafales que a veces cometen los países.

Decidí escribir novela porque el relato se me quedaba pequeño. Noté en cierto momento que los relatos no eran el parámetro adecuado para todo lo que tenía que decir. Necesitaba un marco más grande. Al darme cuenta de que la novela era mucho más compleja de lo que me había imaginado, comencé a fijarme en su estructura y en cómo escribían y construían novela mis autores favoritos.

Escribiendo Rehenes del abismo me he dado cuenta, definitivamente, de que sí. Me gusta el género negro porque los personajes reflejan o combaten la maldad humana. Es un tema que siempre me ha obsesionado. Nunca he podido entender cómo puede existir una cosa así en la naturaleza. Los animales pueden ser terribles y muy peligrosos, pero nunca perversos, ni retorcidos, ni llenos de odio o fanáticos como los hombres. Nosotros, desde las cavernas, aprendimos a pensar, a acechar, incurrir, pergeñar el horror, aprendimos demasiado bien a torturar a nuestros semejantes. Y semejante y espantosa cualidad medró y mejoró a lo largo de más de un millón de años. Se dice pronto, ¿verdad? Imaginad la experiencia que debemos tener en el mal… Por eso existe tal vez la novela negra, para tratar de alguna forma, artística o incomprensible, de entender semejante incongruencia o desvío de la naturaleza.

Solo hay tres reglas para ser un buen escritor de novela negra: escribir, escribir y escribir. Tener una buena idea, un buen tema, un gran conflicto, cuanto más involucre a la sociedad, mejor. Si lo hacen después de leer mucha novela negra, y repetir errores, y escribir y corregir muchísimo, mejor.

Nunca me olvido de Cornell Woolrich, ni de Jim Thompson o Ross Macdonald.

Francamente, creo que no. Aunque tal vez se pueda vislumbrar algo de la misantropía de los personajes de Jim Thompson, él la trata de otra forma mucho más hermética, tal vez. En mi caso, con una novela tan descarnada, visceral y dura, en la que me he dejado llevar por mi propio impulso hasta acabarla como quería, los personajes a nivel general no son tan ambiguos.

Todavía no he pensado en una futura novela. Sé que la escribiré, pero aún estoy inmerso en Rehenes del abismo. Cuesta a veces salir de un clima y de unos personajes a nivel mental, despegarse de ellos y olvidar para pasar a otra cosa. Una trama como la que describo te envuelve durante mucho tiempo y no sé cuándo volveré a escribir otra novela negra. Es posible que me lo plantee dentro de algunos meses.

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