El pasado 26 de enero, viernes, tuve el placer de presentar una magnífica novela, de título Amor de madre, de Marisa Hernández Arquero. Una breve intervención de Francesc Cornadó situó el acto. Fue suficiente para que, con su buen hacer e ironía clásicas, abriera apetito al público asistente, que llenaba hasta la escalera de la sala.
Si el acto ya encontraba suficiente sentido en la calidad de la obra presentada, tomó un valor propio por la misma dinámica de desarrollo, motivada por el público asistente. Marisa Hernández consiguió que confluyeran en lel Aula dels Escriptors de la ACEC gentes de varias generaciones, desde jóvenes inquietos de Segundo de Bachillerato a estudiantes universitarios, enseñantes y personas amantes de la Literatura, gracias a la dedicación docente de la autora, que imparte Filosofía en el Instituto Ernest Lluch, de Barcelona. Pero, naturalmente, lo productivo es que la presencia de todos ellos se hizo efectiva con las intervenciones finales, que abarcaron desde los caminos sentimentales a las valoraciones críticas sobre la novela. Allí coincidieron, pues, generaciones diversas, capaces de intercambiar, con la naturalidad que da el saber, ideas sobre el hecho literario, la vida social y otros aspectos.
En un intercambio de pareceres sobre narrativa, tiempos actuales y, por su puesto, esta novela objeto de la presentación, Marisa y el que firma este texto fueron desmenuzando la arquitectura de su creación. De una novela que, como escribía arriba, lleva el irónico, ambiguo y equívoco (hay que jugar con el lector) título de Amor de madre. ¿Lo demás será aire, como dice el refrán popular? Eso, lo deducirá el lector que tenga a bien gozar con esta obra compuesta de 51 teselas, que forman la unidad de un mosaico, trazado en tres caminos narrativos, con una polifonía que se acompaña de otros tantos monólogos interiores, capaces de converger en un final entre esperado y sorprendente. Una novela que camina, en su clasificación, entre varios subgéneros (¿negra, thriller policiaco, social, de tesis, algo de todos?), si es que la realidad literaria se deja encasillar, como sucede con toda creación artística.
Otro de tantos viernes vespertinos en la Sala de la ACEC, con la experiencia, rica y enriquecedora, de salir satisfechos de haber compartido muchas cosas.
Silvano Andrés de la Morena
