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Los 4.500 libros prohibidos en Kuwait: García Márquez, Dostoyevski y 'La sirenita'. La ley de publicaciones (2006) es una eficaz herramienta que silencia el conocimiento y decreta una feroz represión
acec22/11/2018



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En las librerías de Kuwait el coronel Aureliano Buendía no recuerda nada. Ni siquiera, remotamente, aquella tarde en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Tampoco Macondo ni sus vecinos existen en las bibliotecas de la monarquía que desde el siglo XVIII gobierna la familia Al Sabah. El único pelotón de fusilamiento que habita su páramo desértico es la cuadrilla de censores que durante el último lustro ha gastado sus balas cebándose sobre 4.590 obras, alertando de su peligro moral o subversivo y prohibiendo su circulación. Cien años de Soledad o Amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez; 1984 y Rebelión en la granja de George Orwell; Los hermanos Karamázov de Fiódor Dostoyevski o Nuestra Señora de París Victor Hugo engrosan una lista negra casi interminable, que suma títulos sin tregua.


"El ministerio de información cuenta con un comité de inspección que es el responsable de autorizar o denegar la difusión de los libros en Kuwait. Sus miembros están emitiendo prohibiciones indiscriminadamente con el argumento de que estos títulos tienen una influencia negativa en la decencia pública", explica a EL MUNDO Fatima al Matar, una profesora de derecho de la universidad de Kuwait que lidera esporádicas protestas contra la insaciable acción de los torquemadas. Las primeras muestras de indignación tomaron la calle el pasado septiembre y desde entonces el número de participantes ha ido creciendo, convocados a través de mensajes de WhatsApp. Kuwait es uno de los escasos países de la península Arábiga donde el derecho de reunión es respetado, aunque vigilado y controlado por las autoridades. "Celebramos la última manifestación la semana pasada, con motivo de la feria del libro, pero la lluvia evitó que cosecháramos una alta participación", arguye la académica, dispuesta a seguir librando batalla.


La ley de publicaciones, promulgada en 2006, se ha convertido en una eficaz herramienta para silenciar el conocimiento y decretar una feroz represión en uno de los países más progresistas del golfo Pérsico. Entre las ofensas punibles con la confiscación, figuran "insultar al islam o la judicatura kuwaití", "amenazar la seguridad nacional", "incitar a la rebelión" o "cometer actos inmorales". "También se han censurado libros de autores locales como Saud al Sanousi, Bozaina al Essa y Abdalá Al Bosais y de célebres autores árabes como Gibran Khalil Gibran. El Ministerio ha prohibido obras de ciencias, literatura, filosofía, poesía, teología, historia, política e incluso obras infantiles como La Sirenita alegando que la fotografía de portada era demasiado explícita", relata Al Matar.


Una carnicería que el comité -formado por seis censores en lengua árabe y otros seis en inglés para un país de 4,2 millones de almas con un 70 por ciento de población extranjera- ha tratado de argumentar en sus resoluciones. Así, la obra cumbre del premio Nobel colombiano fue enviada al purgatorio por escenas como aquella que relata el instante en el que Úrsula ve desnudo a su hijo José Arcadio y descubre su virilidad. Tampoco sobrevivió a la pacata valoración del comando Hijos de nuestro barrio, una de las novelas más ambiciosas del Nobel Naguib Mahfuz en la que el egipcio narra la historia de la humanidad a partir de las relaciones de poder que se establecen en un barrio de El Cairo. La retahíla de vetos sorprendió en septiembre a Mohamed Ghazi, un bloguero y escritor iraquí residente en Kuwait que recibió entonces la notificación oficial de que su nueva novela Azul no alcanzaría las librerías. "Me llegaron un par de comentarios del comité en los que me pedían que cambiara el contexto del libro. No podía hacer eso porque suponía modificar la idea entera de la obra", detalla a este diario su autor. "La mayoría de las advertencias estaban relacionadas con el uso de la palabra 'joder' y con un pasaje de la página 56 en la que escribo sobre oraciones que no obtienen respuesta y que el comité malinterpretó".


El grupo de funcionarios encargados de aplicar la legislación no descansa. En la feria del libro, que concluye este próximo fin de semana y una de las citas con más solera del mundo árabe tras las de El Cairo y Beirut, 948 obras fueron retiradas tras su revisión de rigor. El ente parece trabajar a las órdenes del conservadurismo y los clanes tribales que han triunfado en las bancadas del Parlamento de un país que durante las décadas de 1970 y 1980 llegó a ser refugio para los escritores árabes exiliados y gozó de una vibrante escena cultural. "Algunos autores han presentado ante el hemiciclo una propuesta de reforma de la ley de publicaciones pero no ha sido sometida a votación aún. Desde el Ministerio de Información se han negado a poner en circulación las ediciones secuestradas y sustituir al comité de censores porque aseguran que se limitan a cumplir la ley", se queja Al Matar.


Por las redes sociales, a modo de protesta, se han propagado instantáneas de lectores que muestran los libros prohibidos, guardados a buen recaudo en sus bibliotecas privadas, y volúmenes en blanco o exhiben su rechazo empuñando carteles con citas de escritores como Virginia Woolf: "Puedes cerrar todas las bibliotecas si quieres, pero no hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente"."No entiendo lo que está sucediendo", maldice Ghazi, con otras dos novelas previas. "Respeto la ley y no voy a protestar. Sigo vendiendo mi libro fuera de Kuwait y he habilitado una web en la que se puede solicitar por correo", desliza. La mensajería internacional se ha convertido en un aliado de quienes quieren continuar disfrutando de lecturas libres.


Los ataques contra la imaginación no resultan, sin embargo, nuevos en suelo kuwaití donde el rey patrocina el teatro y la danza pero no así la literatura. En 2012 el gigante Virgin Megastore cerró sus tiendas en el país por culpa de una censura que había vaciado sus estantes de música. "El Gobierno no puede inmiscuirse en lo que leemos porque es una libertad sagrada pero si se salen con la suya y acaban creyendo que prohibir libros está bien, mañana se crecerán y nos usurparán otros derechos y libertades", murmura Al Matar.

Francisco Carrión
BCN 22-11-2018

El Mundo

 

Foto: Fran Carrión

 

    



   
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