Buenos Aires
BULEVAROPINIÓN
PUES, ¡QUÉ quieren que les diga!, a mí la lista de escritores barceloneses invitados a la 45º edición de la Feria del Libro de Buenos Aires me parece estupenda. Imagino a algunos lectores de esta columna poniendo los ojos en blanco y echando espumarajos por la boca, pero, en fin, los artículos de opinión no han de ser necesariamente negativos y, cuando uno detecta un trabajo bien hecho, está en la obligación de decirlo.
Se está objetando a esa lista una evidente ausencia de nombres de gran calado. No viajarán a Buenos Aires algunas primeras espaldas que escriben ya en castellano (Enrique Vila-Matas, Juan Marsé, Eduardo Mendoza o Javier Cercas), ya en catalán (Sergi Pàmies, Quim Monzó, Joan Margarit o Albert Sánchez Piñol), cosa que ha soliviantado a los vigilantes de siempre, que en esta ocasión han mostrado los dientes no tanto por estar realmente preocupados por la difusión de nuestras letras como por un motivo mucho más pueril: a ellos no les han invitado.
A todos esos quejicas, sólo les puedo responder de un modo: yo tampoco voy. La organización, compuesta por un equipo del Institut Ramon Llull en el que el Ayuntamiento de Barcelona ha depositado su confianza, ha alegado que los autores antes citados también fueron convocados, pero que declinaron el ofrecimiento por causas de diversa índole. Al margen de los motivos que puedan haberles llevado tomar esa decisión, lo cierto es que el asiento que dejan libre permite que literatos menos conocidos aprovechen la oportunidad de darse a conocer. Porque, seamos sinceros, ¿alguien considera realmente necesario que promocionemos a Enrique Vila-Matas o Quim Monzó (por poner dos ejemplos) en Argentina? ¿No son sus nombres suficientemente conocidos allí? ¿Todavía necesitan respaldo institucional? Y lanzo estas preguntas retóricas con toda la admiración que siento por su labor. Que no es poca.
El Ramon Llull ha confeccionado un listado que, salvo algunos nombres que chirrían más que las ruedas de un coche tuneado -todos sabemos de quién estamos hablando-, busca la promoción de autores que, estando más o menos consolidados en nuestro sistema editorial, no han conseguido abrirse camino en el extranjero. Unos por culpa de la barrera idiomática, otros por falta de apoyo. Para todos ellos, la nominación de Barcelona como Ciudad de Honor de la Feria del Libro de Buenos Aires es una oportunidad de oro para darse a conocer.
Evidentemente, se quedan en tierra muchos autores -y críticos, traductores, libreros, etc.- que merecerían participar en la expedición, pero supongo que el presupuesto es limitado y que nunca llueve a gusto de todos. A este respecto, y si me lo permiten, destacaría la figura de Ernesto Ayala-Dip, argentino afincado en Barcelona desde hace ya muchos años. Si hay alguna baja, creo que deberían pensar en él.
Por supuesto, también hay que agradecer al nuevo equipo del Ramon Llull que no haya caído en los errores de quienes organizaron el viaje a la Feria de Frankfurt 2007, que hicieron el ridículo más espantoso al confeccionar una lista de autores no sólo injusta, sino también tendenciosa. En aquella ocasión, se omitieron nombres de un enorme prestigio en aras de algunos individuos a quienes no leían ni en su casa, y todo por dejar que la política infectara a la literatura. Por suerte -y pese al momento histórico que vivimos-, en esta ocasión no ha habido obtusos en el jurado y se ha reconocido sin complejos la diversidad lingüística de Barcelona.Por todo esto, y desde este pequeño rincón del periódico, no puedo más que felicitar a los organizadores.
Álvaro Colomer
El Mundo