Dijous, 21 de novembre de 2024



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Reivindicación de las bibliotecas en la era digital.
acec27/10/2019



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Reivindicación de las bibliotecas en la era digital
El 24 de octubre se celebra el Día Mundial de las Bibliotecas. Bastante más que simples contenedores de sabiduría, Juan Soto Ivars y Ana Merino reivindican desde muy distintos puntos de vista su presencia en la era digital.


Ana Merino. Novelista y poeta. Fundadora del programa Spanish MFA de la Universidad de Iowa. Todas las bibliotecas
Las bibliotecas son necesarias, son el espacio donde se almacena la sabiduría en forma de libros y documentos. En ellas se desarrollan múltiples actividades en torno a la lectura que cohesionan a una comunidad. Los centros docentes siempre necesitan de una biblioteca para dar plenitud al aprendizaje. Los pueblos, las ciudades, los barrios apoyan a sus heterogéneas poblaciones con sus bibliotecas. Su función social es imprescindible y va mas allá de lo que creemos. Me emocionan las bibliotecas rodantes, que recorren periferias urbanas y zonas rurales y revitalizan el espíritu de los lectores que aguardan su cita semanal impacientes. Las he visto llegar a los rincones perdidos del medio oeste americano con un cargamento de libros para prestar, ayudando a poblaciones en situación de riesgo. Soy además una investigadora privilegiada que ha tenido la suerte de vivir sumergida en espectaculares bibliotecas universitarias con fondos maravillosos donde la labor tenaz de los bibliotecarios da sentido a mi existencia. El libro en papel es un formato duradero que no necesita actualizarse continuamente, a diferencia de los sistemas informáticos que son esclavos de los nuevos programas. Cuando nos hablan de los fondos digitales se refieren a la capacidad que tienen determinadas bibliotecas para diseminar sus archivos y que estos puedan ser accesibles desde cualquier rincón del mundo que tenga internet. Pensar que la era digital borrará del mapa los libros de papel es confundir las dinámicas del conocimiento y el sentido social de las bibliotecas. Que ahora las bibliotecas se preocupen también por adaptar el formato de sus materiales a los lectores digitales y sus dispositivos no significa renunciar a la dimensión tangible de los libros y documentos originales.


«Pensar que la era digital borrará del mapa los libros de papel es confundir las dinámicas del conocimiento y el sentido social de las bibliotecas»

El apoyo a las bibliotecas debería ser, al igual que a la educación, un tema de pacto de Estado. Los políticos de las democracias avanzadas, sean del partido que sean, no deben olvidar el espacio de sabiduría y compromiso social que representan las bibliotecas. Las universidades estadounidenses de primera línea entendieron lo poderosas que son y por eso han invertido durante décadas en reforzar sus fondos, preservarlos y dinamizarlas con constantes adquisiciones. A la vez que incorporan novedades editoriales, tratan de completar posibles lagunas del pasado. En los últimos años las bibliotecas públicas, además de libros ofrecen música, películas y series. Sus colecciones han crecido con el propósito de atraer a un público más amplio. La sección infantil de algunas bibliotecas es una auténtica delicia donde no he dudado en hacer voluntariado como cuenta cuentos o poeta con marionetas. Hace veinticinco años cuando empecé a investigar la historieta, había muy pocos materiales accesibles en las bibliotecas públicas o en las universitarias, y dependía del coleccionismo privado para avanzar en mis análisis. Afortunadamente, muchos bibliotecarios visionarios entendieron que los cómics merecían su espacio en las estanterías y fueron adquiriendo colecciones que han ayudado a los investigadores a seguir generando conocimiento teórico sobre el cómic.


Juan Soto Ivars. Periodista y escritor. Cuestión de supervivencia
No se me ocurren dos lugares más distintos que internet y una biblioteca. Pese a los archivos infinitos y a que ambos sitios son viveros de información, hay una diferencia fundamental que coloca a la achacosa biblioteca a años luz de la deslumbrante internet: en la biblioteca puedes aburrirte. Y donde puedes aburrirte puedes concentrarte. Y donde puedes concentrarte puedes absorber la información. Y donde puedes absorber la información puedes convertirte en un primate avanzado. La biblioteca es un amigo sobrio de la cultura, internet es un amigo borracho. Sí, es más divertida, por supuesto. Pero si quieres recordar algo al día siguiente sabes con cuál de los dos te tienes que ir.


«La biblioteca es un amigo sobrio de la cultura, internet es un amigo borracho. Sí, es más divertido. Pero si quieres recordar algo al día siguiente sabes con cuál de los dos te tienes que ir»


Sé de lo que hablo respecto a la memoria porque soy adicto a internet. Hablo de no recordar el nombre del autor que ganó el Nobel ayer, de tenerlo en la punta de la lengua y notar cómo los dedos se deslizan hacia Google. Sé lo que es la atrofia, y por eso escribo contra internet y a favor de las bibliotecas. ¿Hipocresía? Más bien consciencia del vicio y sus consecuencias. Si vas a ser un yonki, por lo menos asume los efectos secundarios. Internet no es la mayor biblioteca del mundo: hasta la biblioteca más pobre tiene criterios en su catálogo y una mesa silenciosa donde invocar a la concentración.


Lo que más me ha divertido siempre de los apologetas de internet es que las mejores odas al invento, las más creativas y futuristas, estaban describiendo algo tan antiguo como una biblioteca. La cultura libre y gratuita, las montañas de información, la posibilidad de usar un registro sencillo para acceder directamente a lo que nos interesa… Lemas deslumbrantes para describir una tecnología que existe desde los tiempos de Asurbanipal.


Bien. Estamos en 2019. Eso tan fofo que hay en tu cerebro son michelines. Sabes que Spotify tiene toda la música pero te vuelve insensible a ella y añoras la sensación de saborear cien veces el mismo disco. La paz de tener un libro en las manos sin que el móvil te avise de que te estás perdiendo las últimas declaraciones del infraser de turno está más cerca de lo que parece. Y ahora, mientras la sobrecarga de información convierte tu casa en un hervidero de datos olvidables, mientras los Doritos se aproximan a tus arterias en una bicicleta de Glovo, se te ocurre que quizás sería una buena idea acercarte a la biblioteca pública de tu barrio, sin llevarte el teléfono, para echar la tarde leyendo como si lo fueran a prohibir



   
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