García Lorca, el poeta que conmovía desde sus discursos. El cuidado por la palabra que siempre tuvo Federico García Lorca se refleja en la recopilación de sus discursos y alocuciones, una obra clave para ver una cara diferente de su talento. Los discursos de Federico García Lorca son tan ricos en su expresión y vocabulario que deberían estar en un pie de igualdad con sus obras de teatro y poemas.
Porque el autor granadino no improvisaba, leía sus discursos hasta el punto final, no se desviaba ni un centímetro de una serie de ideas redactas previamente, y revisadas una y otra vez con la obsesión que caracterizaba su método de trabajo. García Lorca no improvisaba, leía sus discursos redactados con gran cuidado. La conservación de sus manuscritos permitió recopilarlos en este libro.
Esta cuidada preparación a través de manuscritos fue lo que permitió recopilar sus discursos en el libro De viva voz. Conferencias y alocuciones (editorial De Bols!llo). Sus editores, Víctor Fernández y Jesús Ortega, ya habían publicado hace dos años Impresiones y paisaje de García Lorca, y ahora vuelven con este viaje por la palabra oral previamente escrita, donde se puede ver por qué los auditorios se sumían en un silencio expectante cada vez que el poeta se acercaba al estrado.
Los textos inéditos
Los textos se ordenaron cronológicamente a través de varios subgrupos: conferencias, alocuciones, homenajes y apuntes. Este último apartado son notas tomadas para charlas que García Lorca no llegó a dar, como los apuntes de una conferencia sobre las hadas que data de 1928-1929, o La Virgen en Alfonso X el Sabio y en Gonzalo de Berceo, situada en agosto de 1936 mientras estaba escondido en la casa de la familia Rosales. Un punto interesante de este libro es que se muestran fotografías inéditas de los apuntes que el escritor tomó para estas conferencias inéditas.
Otra vertiente de su literatura
El poeta había pensado en publicar sus discursos en un libro, pero nunca llegó a hacerlo. Pero esta intención revela que sus escritos tranquilamente se pueden tomar como piezas literarias dignas de ser publicadas. “Si el poeta logró fascinar a todos aquellos a los que se expresó de viva voz, los textos que le sirvieron de guía seguirán ejerciendo la misma fascinación a través de esa otra forma de conversación que es la lectura”, indican Fernández y Ortega.
El cuidado de su fuente de ingreso
Las conferencias fueron una de sus principales fuentes de ingreso, ya que García Lorca había renunciado a dar clases en la universidad. Además, para ser fiel al auditorio al que se dirigía, jamás leía dos veces la misma conferencia. Y a su público les recordaba “yo no hablo sino leo”. La razón, explicaba, es que consideraba que “la oratoria es un género en el cual las ideas se diluyen tanto que solo queda una música agradable, pero lo demás se lo lleva el viento”.
Más cerca de la literatura que la oratoria
En sus presentaciones García Lorca podía hablar sobre el cante jondo, los toros, la pintura de vanguardia, las nanas o las canciones populares. Pero lo hacía “de manera ensayística y no académica, es decir, literaria. Sus conferencias son, a su manera, poemas”, dicen los autores del libro. Entre las conferencias más importantes se encuentran la Arquitectura del cante jondo, leída en Nueva York en 1930; el Sketch de la nueva pintura, de 1928, en que analizaba la vanguardia artística y la llegada de artistas como Miró, Picasso y Dalí; o Juego y teoría del duende, de 1933. Esta última, dada en Buenos Aires, es clave para comprender la estética lorquiana: “Así pues, el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar. Yo he oído decir a un viejo maestro guitarrista: ‘El duende no está en la garganta; el duende sube por dentro, desde las plantas de los pies’.”
Las palabras premonitorias
También se pueden leer la su última intervención pública de García Lorca, el homenaje a Luis Cernuda, poco antes de que las milicias falangistas lo asesinaran.
De hecho, en la Alocución al pueblo de Fuente Vaqueros, realizadas en septiembre de 1931 en la apertura de una biblioteca en su pueblo natal, sus palabras eran un presagio de los años oscuros que llegarían a España.
“Porque contra el libro no valen persecuciones. Ni los ejércitos, ni el oro, ni las llamas pueden contra ellos; porque podéis hacer desaparecer una obra, pero no podéis cortar las cabezas que han aprendido de ella porque son miles, y si son pocas ignoráis dónde están”.