Va ser Enric Badosa un home elegant i modern, un d’aquells poetes quasi dandis, però també treballador empedreït. Costaria desclassificar-lo de la Generació dels 50, tot i que la mort de Brines i de Caballero Bonald va fer repetir als constructors d’obituaris que aquells dos n’eren els últims representants. Nascut a Barcelona el 1927, Badosa va publicar el seu primer llibre de poemes el 1956, Más allá del viento, per repetir tres anys més tard amb Tiempo de esperar, tiempo de esperanza. La seva era poesia contemplativa, horaciana i humanista. En ell es conjugaven diferents aspectes, tant com a divulgador –un dels màxims defensors de J.V. Foix quan ningú li feia cas, i també de Salvador Espriu–; d’editor a Plaza & Janés, on va tirar endavant projectes de referència com ara les seleccions de poesia, que van portar al nostre país les grans firmes internacionals i, sobretot, de poeta amb tot un món mediterrani al darrere, profundament sensual, on va mantenir la fidelitat a Grècia, fent nombroses reedicions dels seus llibres temàtics sobre el país i les seves illes. Badosa era una persona vitalista, que sempre apareixia amb un somriure, sovint un punt sorneguer però sense malícia.
No ens podem oblidar de treballs fonamentals com ara La lírica medieval catalana, antologia i traducció castellana del 1966 dels grans noms de la nostra literatura: Llull, Jaume March, Pere March, Andreu Febrer, Jordi de Sant Jordi, Ausiàs March i Roís de Corella. També de les cartes de la monja portuguesa Mariana Alcoforado, que va reeditar fa poc Zorro Rojo amb impactants il·lustracions de Milo Manara. Ens costarà oblidar la bonhomia d’un poeta i editor únic.
Adiós a Enrique Badosa, poeta, periodista y editor
A los 94 años ha fallecido en Barcelona Enrique Badosa, poeta, traductor, periodista cultural y editor. Tras José Caballero Bonald y Francisco Brines, es otra de las figuras señeras de la generación de los 50 que nos deja en poco tiempo.
Badosa fue autor de una amplia obra poética, recopilada en el volumen Trivium. Poesía 1956-2010, de más de mil páginas, que publicó editorial Funambulista. En el epílogo el crítico Joaquín Marco se refería como emblemático de su espíritu literario al más conocido de sus libros, Mapa de Grecia, donde “el tratamiento de la geografía y los mitos clásicos, la belleza de los paisajes, la ‘luz griega’ que los ilumina o el mármol que perpetúa un tiempo detenido, desprenden serenidad, orden y alegría”.
La “poesía viajera” de Badosa, que se repite en otros textos como Historias en Venecia, convivió, sobre todo en sus inicios, con la religiosa. Próximo al grupo de Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma, le separaba de ellos su catolicismo y un sentido de la vida más conservador.
El fallecido escritor cultivó también la poesía satírica, con sus Epigramas confidenciales y su Parnaso funerario, donde ofrecía los epitafios “de un pésimo lector”, “de un poeta plagiario”, “de un mandamás”, “de un pésimo recitador”….
Nacido en Barcelona en 1927, estudió Filosofía y Letras en la Universidad Central y pronto se incorporó a la redacción de El Noticiero Universal, donde trabajó hasta la desaparición del rotativo en 1986, junto a su amigo del alma y compañero de inquietudes literarias Julio Manegat.
Lo compaginó con su labor en la editorial Plaza y Janés. Allí impulsó dos colecciones de referencia, Selecciones de Poesía Española y Selecciones de Poesía Universal, en las que publicó a la plana mayor de las figuras líricas contemporáneas.
Basosa tradujo al castellano a los grandes clásicos medievales de la poesía en catalán y a contemporáneos como Salvador Espriu, labor por la que obtuvo en el 2006 la Creu de Sant Jordi de la Generalitat.
Entre sus reconocimientos figuran también el premio Francisco de Quevedo en 1986, el Premio Ciudad de Barcelona en 1990, el Premio Fastenrath en 1992 y en 2010 el Premio José Luis Giménez-Frontín que otorga la Asociación Colegial de Escritores de Catalunya, entidad a la que estuvo muy vinculado.
Educadísimo y cordial, era un dandy de aspecto impecable, siempre con corbata o foulard, y, en invierno, vistoso abrigo de piel de camello. Componía una figura inconfundible en los paseos desde su domicilio en la calle Marco Aurelio, 14 –que dio título a uno de sus poemarios- a la plaza Molina, en cuya charcutería se aprovisionaba. Intelectualmente se mantuvo activo hasta fechas muy recientes. Perdemos a un humanista de los de antes, y un clásico en la poesía y en la vida.
Sergio Vila-Sanjuán