Acabo de enterarme del fallecimiento de Miguel Reija (Madrid, 1924 - Barcelona, 2021), doctor en derecho, psicólogo y excelente poeta. Fue compañero en la tertulia del Laberinto de Ariadna, en la que compartimos muchas tardes y en la que pudimos escuchar sus profundas reflexiones y sus textos literarios y poéticos. Hace tiempo que no sabíamos de él y desgraciadamente las noticias no han sido buenas. Descanse en paz. Seguidamente dejo dos muestras de sus poemas. Un soneto, Río, en el que trata la imagen poética del río de la vida, con suavidad, profundidad de pensamiento y depurada técnica, dándonos ejemplo de que el verso clásico no ha muerto cuando hay un buen poeta. Y un verso de estructura más libre, Barca, donde mantiene el ritmo poético y nos muestra a través de leves asonancias esa barca varada que añora pasadas singladuras.
RÍO
Cálate en mi existencia sin contorno
fluir del río, hondura y transparencia,
agua llena de luz, clara insistencia,
que cantas al abismo sin retorno.
Cálate hacia adentro de mi ocaso,
y en la luz cenital de mi memoria,
murmura tu fluir de desmemoria
mi abrupta senda y mi cansado paso.
Rio de soledad, larga corriente,
escánciame en rumor y melodía
tu ausencia intemporal y trascendente.
Y cuando peregrines el silencio,
no agrises mi letal melancolía,
fluir es despedida y es comienzo.
BARCA
Vas probando caminos
pero todos confluyen
en un puerto sin barcos.
Araceli Palma Gris
Los arreboles tristes del ocaso
se diluyen fundiéndose a lo lejos.
El mar, belleza azul, vida mojada,
engendra la distancia atardeciendo.
La tarde es ausencia hecha oleaje.
La playa es soledad que habla al silencio.
La barca vieja y rota,
varada en las arenas y el recuerdo,
pudre al aire salobre de la tarde
el viejo costillar de su esqueleto.
La barca sueña
estela plateada, espuma y viento.
Siente
el latido del mar,
y siente el vértigo
del abismo insondable.
Navega por la arena
sin jarcias ni aparejos
a un compás ondulante
de herrumbe anaranjada y los tablones secos.
No acarician las ondas
su casco marinero.
No la arrullan susurros ondulantes
ni la acunan los ecos
de la voz del abismo.
En ruta hacia la nada,
en el instante eterno,
su fatal singladura
-sin espacio ni tiempo-
traza en el infinito
estelas de silencio.
No puedo adjuntar links a recopilaciones de sus poemas, porque Miguel fue poco dado a los mundos virtuales, por suerte los que compartimos con él la tertulia del Laberinto de Ariadna pudimos escuchar sus poemas en "vivo y en directo". Además, publicó un libro "Camino de penumbra" en el que relata la vida de un grillo, Cribelio, que os recomiendo.
Ricardo Fernández Esteban
Miembro de Junta Directiva de la ACEC
La despedida ha sido en la intimidad de la familia