Corría el año 1957 y Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922-Ostia, 1975) publicaba Las cenizas de Gramsci (Garzanti), poemario que la valió el premio Viarregio y el reconocimiento y consagración como poeta, y que recoge íntegro la antología poética La insomne felicidad (Galaxia Gutemberg), que se acaba de publicar en este año de su centenario. Es una edición bilingüe, con selección y traducción del también poeta Martín López-Vega, quien en una acertada selección y traducción nos trae como un nuevo libro de poesía de Pasolini, al menos se lee como tal.
Aunque y bien lo sabemos: “Toda antología es una lectura por fuerza personal de la obra que se antóloga. El volumen de la obra poética de Pasolini hace que cualquier selección, por amplia que sea (y esta, sin duda lo es), recoja sólo una pequeña parte de la totalidad”. Creo que el poeta estaría de acuerdo con López-Vega y su lectura y le diría algo así: “Y ahora vuelvo a casa, rico de aquellos/ años tan nuevos que nunca habría pensado/ que llegaría a verlos envejecer dentro de un alma”.
Lo que más me llama la atención del poeta Pasolini, leyendo su obra y su vida, es la capacidad de ser coherente en las y sus contradicciones. Lo que me lleva a pensar en Lorca. Y tan es así que leyendo esta antología, he encontrado de nuevo a Pasolini. Todo él anida en estas 638 páginas. Y me ha llevado a pensar en Silvio Parrello, Er Pecetto, al que conocí en Tarragona gracias a Òscar Ramírez, junto a Giuseppe Lerin y Michela Zanarella, entre otros. “En medio de la pobre iglesia/ está llena de pecado tu oscuridad,/ pero en tu luz ligera/ ríe el destino de un ser puro”.
La antología recoge un poema de Los confines (1941-1942); seis poemas de La mejor juventud (1954); cinco de El ruiseñor de la Iglesia Católica (1943-1949; 1958); seis de Diarios 1943-1953; los 11 de Las cenizas de Gramsci (1957); 13 de La religión de mi tiempo (1961); 11 de Poesía en forma de rosa (1964); 16 de Transhumanar y organizar (1971) y tres de Sombrío entusiasmo (Poesía ítalo-friulana 1973-1974). Una selección poética del todo recomendable, de justa y necesaria lectura. ¡Es una poesía que te llega al alma; no lo duden!
Que Pasolini era poeta es sabido, también cineasta, y un poeta comunista que amaba a Jesús (a Dios), además, tan ortodoxo como heterodoxo, marxista convencido diríase; pero, disidente e independiente hasta del Partido Comunista Italiano, en aquellos años de terrorismo de la Brigadas Rojas y los grupos paramilitares fascistas, sin ir más lejos. Era homosexual militante. Y crítico feroz de los poderes de su época (la Iglesia Católica y el Partido, entre otros).
Creo pues que La insomne felicidad es una selección amplia de la obra poética de Pasolini, en italiano y friulano, que es sin duda alguna excelente, a la vez que la mejor ventana para mirar y leer sus poemas. No lo duden las personas lectoras y asómense a esta edición panorámica de esta su poesía civil. Esta antología nos ayuda a conocer el devenir telúrico intelectual de la Italia del siglo pasado. poesía disidente y escrita en libertad y verdad. No esconde nada. Y en ese juego está su lucidez para reflexionar sobre todo y la política de su tiempo y anticipándose al futuro.
Todos sabemos que la materia, de por sí, puede contener o no un cierto grado de poesía; pero, es el talento artístico de, este poeta universal e iconoclasta donde los haya, Pasolini, el único capaz de infundirle la auténtica belleza estética. La intuición del poeta guía su obra. Y esta antología ayudará hoy más que ayer a interpretar el momento actual. Y si se lee se verá que la polémica está servida, pues él escribió sobre las minorías, en este caso italianas; pero, exponiendo sus ideas de forma tan clara como agua de manantial. También poetiza sobre política y qué bien harían los políticos, propios y ajenos, en leerle.
Acabo esta reseña con unas palabras del gran Alberto Moravia, amigo y admirador de Pasolini: “Pasolini era lo que puede llamarse un ciudadano poeta. Estaba preocupado por su patria y expresó sus sentimientos en su trabajo. Él lloró sobre las ruinas de Italia, pero sin pizca de retórica. Fue un moderno que utilizó la tradición clásica. Se adhirió, como muchos otros de sus compatriotas, a una forma poco ortodoxa de comunismo, que era a la vez cristiana y utópica, y estos sentimientos hacia los pobres y desfavorecidos motivaron su propia poesía y su cine”. No se puede explicar mejor:
En la vida que es vida por ser así asumida
por nuestra razón y construida
para nuestro paisaje (y ahora capaz
de ser otra, más allá de nuestra implacable
defensa), espera (cantando supino,
acampando en nuestros barrios
para él desconocidos, y preparado desde
las más frescas e inanimadas eras)
el pueblo: en él muda el hombre su destino.
(Una estrofa del largo poema El canto popular perteneciente a Las cenizas de Gramsci, pág. 111)