Barcelona se llevaba bien con Almudena Grandes y este homenaje que lleva por título “Las edades de Almudena”, lo demuestra. Al menos, la Barcelona más abierta. El Ayuntamiento de Ada Colau la invitó en 2018 a decir el pregón del Día del Libro en el regio Saló de Cent y allí, con esa naturalidad suya con que hacía todas las cosas, dijo que “La lectura la había convertido en una persona de izquierdas, porque leer a los grandes del XIX es una lupa que agranda las injusticias; ¿Quién puede asomarse a Fortunata y Jacinta y no hacerse de izquierdas?”.

Precisamente sería su autor, Benito Pérez Galdós, la inspiración y el aliento para acometer una tarea titánica, como era ella, un poco exagerada para todo: escribir una serie de al menos seis novelas dedicadas a los perdedores de la guerra civil: Inés y la alegría, El lector de Julio Verne, Las tres bodas de Manolita, Los pacientes del doctor García y La madre de Frankenstein. La sexta ya no podrá ser, pero antes de morir dejó terminado un libro, pendiente de las correcciones finales, que no pertenece a ese grupo de narraciones de la posguerra sino que se ambienta en un futuro cercano pero que, al parecer, tiene un poderoso componente de crítica social, como todo lo que hizo en los últimos veinte años.

Tal vez el homenaje que organiza, con el apoyo de CEDRO,  la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña en La Casa del Llibre servirá para desvelar algunas claves sobre ese libro póstumo de la escritora, pendiente de publicación. Abrirá el acto el que fuera su marido hasta su muerte, durante casi 30 años, el poeta y director del Instituto Cervantes, Luis García Montero. Intervendrá también el editor de Almudena Grandes que la ha apoyado en toda su trayectoria desde la editorial Tusquets, Juan Cerezo. Asimismo, aportarán su mirada el catedrático de literatura de la Universitat Pompeu Fabra, Domingo Ródenas, y las escritoras Mercedes Abad y Carmen Domingo. La idea es que sea, más que un debate, un momento de celebración de su legado literario y personal, donde también habrá lectura de sus textos por parte de la actriz Montse Guallar.

La coordinadora de este homenaje, la narradora y poeta Dolors Fernández Guerrero, considera este acto en Barcelona “merecido y necesario” y explica que “Almudena Grandes es una de las autoras más destacadas de la novela contemporánea de nuestro país y, concretamente, la voz femenina de nuestra literatura con más peso, tanto en el ámbito nacional como internacional. Ha sabido representar como nadie la evolución de la mujer en España durante los últimos cincuenta años”. También considera que “Almudena cree en los héroes cotidianos, en sus necesidades y emociones, describe la lucha diaria por la supervivencia de sus personajes desde una conciencia ética, al margen de la historiografía oficial, que informa de datos pero es incapaz de recrear de un modo convincente el espíritu de una época. Para eso está la literatura. Esa era la misión que Almudena Grandes asumió, iluminar las zonas oscuras de nuestro pasado más inmediato, rescatarlas del olvido, para interpretar correctamente nuestro presente y decidir hacia dónde puede ir nuestro futuro. Recuperar la dignidad como pueblo, rescatar una ética que nos impulse hacia delante. De ahí sus héroes, personajes de carne y hueso, creíbles y admirables”.

La personalidad de Almudena Grandes era tan arrolladora y su compromiso político, expresado a veces de manera contundente en sus columnas del diario El País que llegaban a ocultar a la escritora minuciosa y de talento que era.  Por eso Fernández Guerrero considera que “fue una gran escritora con una personalidad arrolladora, al margen de modas o tendencias. Poseía una gran imaginación y un enorme talento narrativo, además de un gran dominio del lenguaje y un estilo propio, y quizás estos aspectos, más netamente literarios, no han sido valorados en su justa medida. La pretensión, con este homenaje, es ofrecer una visión global, poliédrica, de la autora, para explicar así mejor su obra y su lugar dentro de las letras hispánicas”.

Fue una escritora de éxito y una activista por los derechos de la mujer, la memoria histórica y las políticas progresistas. Siempre batalladora, se metió en muchos fregados, pero nunca perdía la sonrisa, decía en Las tres bodas de Manolita que «Con el tiempo comprendí que la alegría era un arma superior al odio, las sonrisas más útiles, más feroces que los gestos de rabia y desaliento.»