Pere Cervantes llegó a Kosovo con 28 años como Observador de Paz para la ONU con la idea de encontrar un país en posguerra y lo que halló fue un “escenario de guerra: ataques por venganzas, calles y parques sin niños, cortes de luz y agua”. Han tenido que pasar 20 años, desde que en 2001 dejó Kosovo tras vivir allí dos años y medio, para recordar en una novela La espía de cristal (Destino) la guerra de los Balcanes y, especialmente, a esas mujeres víctimas de la maquinaria militar que se quedaron en el olvido de la memoria colectiva.
Cervantes es autor de seis novelas pero fue la publicación de El chico de la bobinas, aparecida durante la pandemia y que, a pesar de ello, logró más de 10.000 lectores y se tradujo a Alemania y a Italia; la que le dio el empujón definitivo para embarcarse en la escritura de La espía de cristal. Pere Cervantes, que se considera un obsesivo de la documentación, explica como “a raíz de la búsqueda de información sobre la posguerra española para la novela El chico de las bobinas conectó con muchos elementos que había vivido en los Balcanes”. Esto y el haber madurado como escritor le hizo adentrarse en esta historia que como él afirma “no es una historia de espías, a pesar del título y de que hay una trama de espionaje, sino una historia de amor”.
Es el año 2019. Taibe Shala, una periodista e intérprete albanokosovar de las Naciones Unidas, víctima de la guerra de los Balcanes; ha desaparecido en Pristina, su ciudad natal. Cuando el reportero de guerra Manu Pancorbo se entera de su desaparición regresa al país balcánico para intentar localizarla y descubrir qué le ha ocurrido, para ello deberá remontarse a 1999 y rememorar su historia de amor lo que hará que reabra heridas que nunca cicatrizaron.
Esta novela de personajes lastimados y solitarios es sobre todo una historia antibelicista, en la que Pere Cervantes pone el foco en las mujeres porque “son las grandes víctimas y las víctimas de siempre. Las violaciones son el delito de guerra más cometido y silenciado. Solamente en Kosovo hubo 20.000 víctimas, de las que 4.000 quedaron embarazadas”. También es una historia sobre el oficio del periodista, de esos hombres y mujeres que se juegan la vida para llevar al mundo la realidad de una guerra y que se sienten a menudo como llaneros solitarios que luchan por llevar la información a la gente que parece inmunizada a la barbarie y que solo está preocupada por si tiene batería en su teléfono u ordenador. Esa soledad, ese horror de la guerra que a muchos les persigue y que hace que en momentos se pregunten si vale la pena seguir ahí la refleja Cervantes en su novela, pues también la ha vivido junto a ellos sobre el terreno. Solo en el año 2020 cincuenta periodistas fueron asesinados en distintos países.
Esta decepción por una sociedad que no aprende de sus errores queda patente en Pere Cervantes que tras su labor en Kosovo pensaba que jamás vería en Europa una nueva guerra y “sin embargo, han vuelto las armas a Europa. Ha vuelto el fuego, la destrucción y el exterminio. Se repite la historia. Ahora y más que nunca la literatura y el periodismo son compromiso, el grito de las palabras cuando la vida sangra. Por tal motivo he escrito La espía de cristal. Para gritar al mundo que en el corazón de esta ciega y sorda Europa, en pleno siglo XXI, todavía encontramos fosas comunes”.
Pere Cervantes participa esta tarde del lunes 25 de julio en una charla con el periodista Álvaro Colomer, organizada por la ACEC, con el patrocinio de CEDRO; sobre literatura, sobre la guerra y sobre esas miles y miles de víctimas silenciadas que porque no salen en los medios no quiere decir que no existan.
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