Los restos de la autora que ganó dos veces el premio Planeta serán trasladados del cementerio de Montjuïc al de la ciudad valenciana, que le rendirá homenaje en su centenario
El próximo día 23 de noviembre la biógrafa Amparo Ayora y el gerente del cementerio de Castellón de la Plana se harán cargo en Montjuïc de los restos mortales de la escritora Concha Alós, que reposan en el nicho 3833 de la Agrupació 7, via Sant Jordi, de este camposanto.
En Castellón permanecerán en un depósito mientras se finaliza el sepulcro que la ciudad le brinda, como inicio de una serie de homenajes con motivo de su centenario, a la autora nacida en València en 1922, que pasó sus años formativos en Castellón y falleció en el 2011 tras un largo proceso de Alzheimer.
Amparo Ayora, profesora jubilada de la Universidad Jaume I, autora de la biografía Las guerras de Concha Alós (2015), donde profundiza en la relación de la escritora con la localidad valenciana, lleva mucho tiempo estudiando la obra de esta novelista de la generación de los 50, ha ayudado a las investigadoras de su figura (hay tesis doctorales en marcha en Italia, Francia y España) y desde el 2017 promueve este traslado. Convenció a la alcaldesa Amparo Marco para que lo propiciara y también a la cantante Maria del Mar Bonet, titular de la sepultura, para que lo facilitara.
Concha Alós falleció sin que se le conocieran familiares (aunque recientemente Ayora ha localizado a una hermanastra). A su funeral acudieron muy pocas personas, entre ellas el fotógrafo mallorquín Toni Catany, ya fallecido, que con la conocida intérprete y su hermano Joan Ramon Bonet se hicieron cargo de los gastos, contratando el pago del nicho hasta el año 2031. Un acto que les honra, y mucho.
La relación de Alós con Mallorca fue intensa. A la isla se trasladó en 1948 con su marido, el periodista y poeta Eliseo Feijoó, subdirector del diario Baleares, donde ejercía como redactor-jefe el escritor Juan Bonet, padre de Maria del Mar; de ahí la relación entre las familias.
La cantante recuerda que Concha “era muy amiga de mis padres y venía a menudo por casa; guardo recuerdos de ella desde pequeña. No tenía hijos y era siempre muy cariñosa con nosotros. En Barcelona la seguí tratando y ha sido un honor para mí poder acompañarla hasta el final. Fue una mujer admirable, autora de una obra muy interesante, feminista, que merece el reconocimiento. No podíamos permitir que fuera a un osario. Nos hicimos cargo de la sepultura como muestra de la gran estima que le teníamos, y que no queríamos olvidar. Para mí ha sido un honor poder acompañarla hasta el final. Y estoy muy agradecida a Amparo Ayora y a la alcaldesa por la labor que están realizando; es bonito que Castellón la defienda como merecía”.
En la Mallorca de los años 50 la escritora participó en sus primeros concursos literarios. Allí conoció también a una joven promesa, Baltasar Porcel, quien trabajaba como corrector nocturno del Baleares . "Cuando mi hermano y yo ya éramos más mayores empezó a venir por casa Baltasar, más joven que Concha, también muy amigo de mi padre. Ellos empiezan a verse y surge una amistad que se convierte en algo más serio. Mis padres ayudaron a Concha y Baltasar a estar juntos", rememora Maria del Mar Bonet.
Con su matrimonio con Feijoo ya muy deteriorado, Alós inicia una relación con Porcel que ambos llevan de forma clandestina (el adulterio en 1959 aún está tipificado en el Código Penal). Lo complicado de la situación precipita el traslado de ambos a Barcelona, donde por dos lustros comparten vivienda en Vallvidrera.
Los años 60 son los de consolidación de Concha Alós. Gana dos veces, en 1962 y en 1964, el premio Planeta; al primero tuvo que renunciar al saberse que la novela premiada estaba contratada por otro sello. En una onda de realismo social, títulos como Los enanos, Las hogueras, El caballo rojo o La madama le ganan una reputación. Su ruptura con Porcel en 1970 coincide con la evolución literaria hacia planteamientos de imaginación fantástica.
"Cuando Baltasar y Concha se separaron, Toni y yo, aunque continuamos teniendo buena relación con Porcel, probablemente quedamos más amigos de ella", explica Maria del Mar Bonet.
Cuando el arriba firmante trabajaba en el archivo Porcel para un libro sobre la juventud del autor, encontró una carta de Alós a su ya ex-pareja, en un sobre con el rótulo "abrir en caso de muerte", donde exponía el deseo de ser incinerada tras su fallecimiento. Ayora me dice que han valorado cumplir ahora esa voluntad, pero que el paso del tiempo lo ha hecho innecesario, al obrar la reducción de los restos.
Recientemente la editorial La Navaja Suiza ha iniciado la recuperación de la obra narrativa de Concha Alós, con el libro de relatos Rey de gatos y la citada Los enanos. Los responsables del sello madrileño adscriben su producción en la órbita de autoras contemporáneas como Carmen Laforet, Ana María Matute o Carmen Martín Gaite, aunque advirtiendo que "tejió su camino al margen de generaciones, corrientes, de ilustres exiliados en una Barcelona cosmopolita que no era la suya" (esta última una afirmación discutible, ya que Alós vivió muy intensamente la vida literaria barcelonesa).
¿Tiene sentido trasladar a Castellón, importante en su vida pero que no es su ciudad natal (aunque Ayora asegura que fue llevada allá por su madre con pocos meses), los restos de una escritora que desarrolló la parte fundamental de su carrera en Barcelona, donde vivió cincuenta años? No tengo una respuesta a esta pregunta, pero sí creo que merece todo el apoyo una iniciativa seria y valiosa, como la de Amparo Ayora y el ayuntamiento castellonés, de rendir homenaje y devolver a la luz esta figura notable, hoy semiolvidada pero en proceso de recuperación.