El ensayista, poeta, músico y redactor de diccionarios ha protagonizado un gran capítulo del festival literario Literaktum en el Convento Santa Teresa
Dice Ramón Andrés que le molesta que le llamen erudito, «no soy un erudito, he estudiado mucho», ha aclarado entre los muros del Convento Santa Teresa de San Sebastián. Sin embargo es el adjetivo que siempre le acompaña y que se ha visto refrendado este martes por la noche en que el amor, que hace de hilo conductor de Literaktum, se ha agrandado lo indecible hasta pasar por las guerras mundiales, por la generosidad de Bach, la filosofía oriental, Ovidio, la «pobrísima» música que «controla» a la población más joven, la ficción que «ya no es pura» y lo pueril del ser humano («cada uno piensa que es distinto de los demás, pero somos extraordinariamente parecidos», ha dicho). En la charla ha estado acompañado por la periodista Ruth Pérez de Anucita y, pese al mal tiempo, por un buen número de amantes de las letras que ha disfrutado del encuentro.
Ensayista, poeta, músico y redactor de diccionarios, Ramón Andrés (Pamplona, 1955) ha contado que el estudio fue un «refugio» en su niñez en una casa donde había mucha música (su padre era violinista y su hermana estudiaba canto). «El estudio es un tratar de ordenar y entender. He sido feliz en las bibliotecas atando cabos, que es lo peor que se puede hacer, atar cabos».
Si de niño se refugió del ruido en los libros, de adulto ha concluido que «el silencio es mental». Y ha explicado que ha logrado escribir rodeado de «cuatro niños, un perro enorme y un loro que no callaba».
Perder el tiempo
Premio Nacional de Ensayo 2021 por ‘Filosofía y consuelo de la música’, Premio de la Crítica 2020 de poesía por el libro ‘Los árboles que nos quedan’ y Premio Ciudad de Barcelona 2006 por el libro ‘Johann Sebastian Bach. Los días, las ideas y los libros’, Andrés ha contado que el pasado domingo terminó una obra que es «una reflexión sobre lo necesario de la lentitud. Sobre perder tiempo mirando un cuadro«.
Esta obra consiste en el análisis de 52 imágenes (aunque ha recopilado 150 desde el siglo XV) de intérpretes que están afinando un instrumento. «Esto me permite hablar de muchas cosas: la afinación, la mente, la armonía, la época… ¿Cuál es la propuesta de esta obra?, la lentitud«, ha explicado Andrés, quien en varias ocasiones de la charla se ha referido a este asunto.
«Vivimos atenazados por la idea de futuro, de proyección», ha dicho, añadiendo que ciertamente este «desprecio» por el presente es muy cristiano («esto es un baile de lágrimas»). A este no detenernos, además, le ha sumado otro elemento que ya apuntó Nietzsche: «esa necesidad turbadora de ser superiores a lo que somos«.
En opinión de Ramón Andrés esto nos ha «desplazado», «es ruido». Y estaríamos en un mundo que, en vez de llenarse de prójimos, «se ha llenado de rivales». «Estamos un poco perdidos».
Juego del amor
¿Y el amor? «El amor es una necesidad de generosidad, por un lado, y a la vez eso te convierte en un mendicante», considera este escritor que ha despertado sonrisas cuando ha recordado que Ovidio recomendó no enamorarse de noche porque quizá al día siguiente la belleza del otro no es tal. «Y casi siempre nos enamoramos de noche».
En un mundo en que el ‘yo’ ha adquirido tanto peso, ha opinado que «hay también un sentido grande de lo útil y el amor queda desplazado». Esto se ve en los más jóvenes, según le confirman amigos que son profesores de Literatura, que no logran que los estudiantes entren en el «juego del amor» de los grandes autores como Garcilaso.
Desde el público le han preguntado por el amor en las creaciones de Bach, músico en que Andrés es experto, y ha respondido que «haber escrito esas sonatas, esas suites… eso es entrega, amor en el sentido elevado. Y sin esperar nada a cambio porque Bach no fue tan conocido, era un buen organista. Sus hijos eran más conocidos que él».
También ha contado que Bach, que componía de noche, después se levantaba a las 4.45 para dirigir la escuela de niños cantores. «Una vida complicada», ha continuado Ramón Andrés, añadiendo que sin embargo esto no le impidió componer la Misa en si menor.
La confusión
En el tramo final el autor ha parafraseado a Hannah Arendt (Alemania, 1906-EEUU, 1975), quien habló de la necesidad de detenerse a pensar «por responsabilidad. Hacia los demás y hacia uno mismo». «Y es que nos atrevemos a tomar partido cuando no sabemos en realidad qué ocurre. Hay mucha confusión. El capital compra a los medios de comunicación», ha manifestado el escritor, quien también ha incidido en que observar con detenimiento «no quiere decir desinhibirse» de lo que ocurre.
«No podemos entrar todo el tiempo al trapo, difundiendo, propagando». Y sin querer dar consejos («no se los he dado ni a mis hijos»), Andrés ha abogado por mantener un «sentido ético» y «no juzgar todo el tiempo».
Foto: DonostiTik