La celebración de la fiesta del libro de este año, que concentra el 5% de las ventas anuales del sector editorial en castellano y hasta el 10% de todos los títulos en catalán, y que el pasado año celebró su mayor edición, llega marcada por el cobro de una tasa a librerías y editoriales
Después de que el año pasado se celebrara el Sant Jordi más grande de la historia, con un total de 320 paradas, de las cuales 213 estuvieron dedicadas exclusivamente a la firma de libros, y con 3.294 de metros cuadrados dedicados a la festividad del día de libro, ¿qué más se puede pedir para este año? Si tenemos en cuenta que 2023 se consideró el año de la definitiva recuperación tras los anteriores Sant Jordi marcados por la pandemia, es decir, por las restricciones que desdibujaron la histórica celebración y por la bajada de las ventas, este inminente 2024 se aspira como mínimo a igualar aquellas cifras, que no fueron nada desdeñables.
En 2023 las ventas aumentaron un 5% con respecto al 2022 por lo que se refiere a Cataluña. Sin embargo, este aumento de las ventas no se limitó únicamente al territorio catalán. Según datos del GFK, la semana previa a Sant Jordi, es decir, del 17 al 23 de abril hubo un importante incremento de las ventas en todo el territorio español, donde la celebración del día del libro está cada vez más extendida, alcanzando los 44,4 millones de euros.
La consultora destaca que Cataluña volvió a ser el pasado año como el principal motor de ventas a lo largo de esta semana, pues solo en su territorio se alcanzaron los 23,7 millones de euros en la adquisición de libros. Se trata de una cifra récord que subraya la importancia de esta fecha para el sector de la edición, puesto que, en líneas generales, el 23 de abril se producen el 10% de las ventas de todo el año en catalán y el 5%, en castellano.
“Para este año tenemos buenas perspectivas porque hemos empezado muy bien el año”, comenta Miguel Aguilar, editor de Debate, Taurus y Random House, para quien En agosto nos vemos, la novela póstuma de Gabriel García Márquez, será uno de los libros de este Sant Jordi. Todas las editoriales tienen sus apuestas y tienen preparados sus caballos ganadores o potencialmente ganadores.
Mientras Planeta tiene sus esperanzas puestas en autores como Máximo Huerta y Sonsoles Ónega, ganadora del Planeta y cuyas ventas hasta ahora hacen prever largas colas de firmas, Tusquets vuelve apostar por Fernando Aramburu con su nueva novela, El niño, y Seix Barral, por Eduardo Mendoza con Tres enigmas para la Organización.
En el caso de Anagrama, sus principales apuestas llevan el nombre de Milena Busquets y Mariana Enríquez, cuyo último libro de relatos, Un lugar soleado para gente sombría, es un título para no perderse. Enrique Vila-Matas volverá a firmar este año: sus Ocho entrevistas inventadas ha llegado a colocarse entre los libros más vendidos, sorprendiendo incluso a su sello, HyO Editores. En catalán uno de los libros de este año será, salvo sorpresas de última hora, Un cor furtiu, la excelente biografía de Josep Pla que firma Xavier Pla. Otro gran título para el 23 de abril será Ocàs i fascinació, la nueva obra de la poeta, narradora y finalista del Booker Prize Eva Baltasar.
Y entre tantos buenos augurios…
El optimismo, sin embargo, no es el protagonista de las conversaciones de una celebración importante, pero no trascendental para todas las editoriales, porque, como recuerdan más de un editor off the record, hablamos de un día donde lo que realmente funciona son los libros comerciales. Este año, las conversaciones en torno al día del libro giran en gran medida en torno al hecho de que, por primera vez, las librerías y las editoriales que quieran tener parada en la llamada superilla literaria deberán abonar una tasa que, para los agremiados, ya sea al Gremi de Llibreters de Barcelona o al de Editors de Catalunya, va de los 96,80€ hasta los 387,20€, dependiendo de las dimensiones de la parada o, para los no agremiados, de los 121€ hasta los 484€.
Esta decisión es la gran novedad, si bien venía fraguándose desde hace ya algunos años, sobre todo después de que la pandemia obligara a redefinir el espacio dedicado a Sant Jordi. Hay que recordar que en 2021, durante la primera celebración tras la crisis sanitaria, el Ayuntamiento de Barcelona habilitó once espacios perimetrados dedicados a la venta y firma de libros. “Será un Sant Jordi ordenado, con controles de aforo y seremos escrupulosos con los protocolos de sanidad”, afirmaba por entonces Patricis Tixis, presidente del Gremi d’Editors de Catalunya. La idea del perímetro, lejos de desecharse, se incorporó y se consolidó en los dos años siguientes, cuando el concepto de la superilla literaria pasó del papel al mapa urbano. En 2022 abarcaba el Paseo de Gràcia entre Gran Vía y Diagonal, así como de Pau Claris a Balmes. En 2023, el espacio aumento y se incorporaron nuevas vías, como La Rambla, desde Plaza Catalunya hasta Plaza Real, y Gran de Gràcia.
Este 2024, tener la parada dentro de estas calles perimetradas implica abonar una cuantía que, tanto para el gremio de libreros como el de editores, no es alta, pero es esencial para afrontar los gastos que conlleva el perimetraje y la organización, desde corte de tráfico hasta presencia de sanitarios o el cableado eléctrico y de internet. La decisión ha sido tomada por la Cambra del Llibre, de la que forman parte los gremios de libreros, editores y distribuidores.
El motivo primero es que ni el Ayuntamiento ni la Generalitat pueden hacerse cargo de todos los gastos, sobre todo, señala Antonio Ramírez, responsable de la librería La Central, “si tenemos en cuenta que Sant Jordi es un día en el que se lleva a cabo una actividad comercial de la que tanto editores como libreros se benefician. No podemos hablar de ventas y ganancias sin aportar nada a los gastos que este día supone”. Se calcula que, a través del pago de las casetas, se recaudará el 17% de los gastos, es decir, en torno a los 40.000€. El resto será abonado por la Generalitat - 200.000€- y por el Ayuntamiento -30.000€.
¿Hacia un cambio de modelo?
“Las editoriales, librerías, autoras y colectivos sociales que firmamos este manifiesto queremos denunciar con claridad el que ha sido un proceso de externalización y privatización de la fiesta de Sant Jordi, gestada con opacidad entre el Ayuntamiento de Barcelona y los aparatos gremiales del sector del libro, tergiversando su espíritu, empobreciéndolo, usurpando su carácter popular y convirtiéndolo definitivamente en una feria de pago”. Así comienza el manifiesto Volem un Sant Jordi popular firmado por diferentes editoriales –Apostroph Ed., Descontrol Editorial, Alpha Decay, Godall Edicions…- y librerías -Llibreria Murmuri, Crisi, espai de pensament crític, Llibreria Antiquària Rodés…-, así como poetas y escritores como Enric Cassasses, Bel Olid, Blanca-Llum Vidal o Joan-Lluís Lluís, entre otros.
El manifiesto hace énfasis en "la privatización del espacio público" que supone la obligación de pago para tener una parada en las zonas con más afluencia de la ciudad al mismo tiempo que subraya como el pago supone también la expulsión de editoriales y librerías independientes y pequeñas de un espacio reservado para agremiados y para sellos y establecimientos con un mayor músculo económico.
Si bien desde la Cambra del Llibre señalan que dicha decisión no implica ninguna expulsión, puesto que, a pesar de que las cuotas a abonar sean diferentes, tanto los agremiados como los no agremiados pueden solicitar una parada en estos espacios restringidos, lo cierto que es esta decisión aleja de la superilla literaria a distintas editoriales independientes que, poco representadas en las librerías, suelen poner paradas propias.
Aunque resulte una obviedad, no hay que pasar por alto un hecho: los grandes grupos editoriales y las editoriales independientes -Anagrama o Acantilado, por ejemplo- no suelen necesitar de un espacio propio, puesto que suelen estar más que representadas en las paradas de las librerías, no solo con la presencia de sus títulos, sino también con la de las firmas de sus autores. Desde la Cambra del Llibre se hace hincapié en la redistribución de los gastos que una celebración de Sant Jordi requiere a la vez que se hace énfasis en la cuestión de seguridad: la superilla literaria, sostienen, permite una mayor regulación del espacio, evita aglomeraciones y ofrece a los participantes una mayor seguridad. Asimismo, remarcan que con la superilla se evitará la ya habitual presencia de partidos políticos, más todavía en época electoral. Este 2024, los partidos, evidentemente, están presentes, pero no compartirán espacios con los dedicados exclusivamente a libros.
De lo que no cabe duda es que, más allá de las opiniones a favor y en contra, la decisión de hacer un Sant Jordi de copago es un punto de inflexión. ¿Qué sucederá en los próximos años? Desde la Cambra del Llibre aseguran que su intención no es la de incrementar los precios. ¿Es la Feria del libro de Madrid un referente? A pesar de que se insiste en que Sant Jordi nada tiene que ver con la Feria de Madrid en cuanto tiene lugar un único día y no a lo largo de tres semanas, lo cierto es que el hecho de perimetrar el espacio remite inevitablemente a ese recinto delimitado en el que se convierte el Parque del Retiro durante las tres semanas de junio.
En los últimos años, la Feria del Libro tuvo que enfrentarse a varias críticas sobre los lugares periféricos y cada vez más reducidos a los que las editoriales independientes terminan siendo abocadas o a la exigencia de contar con un determinado número de publicaciones anuales. Se trata de unas críticas que no distan en exceso a las que se expresan en el manifiesto. A tres semanas de Sant Jordi la polémica está servida. El próximo 23 de abril nos dará algunas respuestas, aunque este debate no se agotará. Abierta la veda, habrá que ver a dónde nos conduce.
Cartel de Sant Jordi 2023 MARÍA LAURA BENAVENTE Y ARAUNA