Doctor en Humanidades por la Pompeu Fabra, profesor, crítico, activista y autor literario, Galaxia Gutenberg acaba de publicar 'Las huellas', tetralogía compuesta por sus novelas 'Los muertos', 'Los huérfanos', 'Los turistas' y 'Los difuntos'
No es sólo porque él mismo la haya escrito, año por año, viaje a viaje, libro a libro: la biografía de Jorge Carrión es tan fácil de surfear como los anaqueles de su biblioteca. No son libros empolvados ni exánimes, interactúan con una realidad transversal y transmedia y dan lugar en su pluma (escribe paralelamente en computadora y en bitácoras de papel) a una literatura que es un remix cultural. Más aún: una vez al año, Carrión limpia, revisa y recicla sus estantes, que nunca han de albergar más de 7.000 ejemplares.
Nació allí donde su padre, al frente de una cuadrilla, colocaba postes de teléfono, geografía de Tarragona, 1976, que luego derivaría a Mataró. Familia humilde sin gran bagaje cultural (cuenta que su abuela paterna era analfabeta) y que en la figura de este su primogénito hijo dio el salto sociológico. «En mi casa no había libros -rememora-, pero gracias a mis padres a los 8 años empecé a coleccionarlos. Después del colegio iba siempre a la biblioteca de la Caixa Laietana y a la librería Robafaves de Mataró, y ahí descubrí la cultura; y gracias a los libros supe que el mundo era muy grande, que podía viajar y que tal vez algún día llegaría a albergar una gran biblioteca». Así ha sido, a lo que él, doctor en Humanidades por la Pompeu Fabra, ha sumado su condición de profesor, crítico, activista y autor literario.
«La personalidad es consecuencia de lo que uno ha leído; la del escritor, también», declara. Para enseguida reconocerse «epígono» de Sontag, Benjamin, Piglia, Sebald y Goytisolo (Juan). Pero no había nacido erudito ni escritor, y en su temprana juventud ocupó oficios tan dispares como profesor de ajedrez, monitor de campamentos infantiles, relaciones públicas de discoteca, árbitro de baloncesto y periodista precoz en fanzines de todo tipo (por ejemplo, sobre juegos de rol; un dato este premonitorio, porque Carrión encuentra en los videojuegos, las teleseries, los cómics y las redes sociales buena parte de su barro narrativo).
Dice que la crítica cultural, que durante casi una década ejerció para The New York Times y The Washington Post en sus versiones españolas, es su diario de abordo: lo que consume y transforma en piezas periodísticas pasa a convertirse en nutriente de sus exitosos pódcast culturales (Solaris mereció un Premio Ondas), para finalmente alumbrar las páginas de sus ensayos: Australia. Un viaje, Teleshakespeare, Librerías, Barcelona. Libro de los pasajes, Contra Amazon y Lo viral; y de sus distópicas novelas: Membrana, Todos los museos son novelas de ciencia ficción y Los muertos, Los huérfanos, Los turistas y Los difuntos, títulos que la editorial Galaxia Gutenberg acaba de relanzar en un único volumen, Las huellas, dado que a juicio del autor forman un corpus o tetralogía.
Defensor crítico de los nuevos medios y la inteligencia artificial (IA), oruga del papel y vampiro de futuro, suyo es el término literatura algorítmica («los algoritmos han conquistado la realidad: no nos cabe otra»). Y, dígame, ¿qué valor tiene un cuento escritor por una IA, dado que carecen de capacidad para la metáfora? «La IA todavía no puede escribir literatura, porque la metáfora surge casi siempre por intención. Pero también puede surgir por casualidad. Por combinatoria. A los 100 años del Manifiesto surrealista, me pregunto qué es el inconsciente de la máquina. Y si de ahí puede salir arte».