Anna Pacheco, Félix G. Modroño y Jorge Dioni abordan desde la crónica, la novela y el ensayo cómo la turistificación afecta a las ciudades y cómo, a pesar de ello, pueden mantener su personalidad. El encuentro organizado por la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña, con patrocinio de Cedro, fue moderado por el crítico y periodista José de Montfort.
El trasiego de turistas arriba y abajo por las calles de las ciudades es una estampa habitual en las grandes capitales y en los principales destinos turísticos del mundo. Lo que al principio se abrazó con felicidad y esperanza – en España, en los años sesenta, se decía “Spain is different” como lema para atraer a los turistas, que eran sinónimo de riqueza- ahora es un serio problema al convertirse en un turismo masivo que cambia la idiosincrasia de las ciudades y afecta a la vida de sus habitantes.
Contar y reflexionar sobre esta realidad es lo que han hecho los autores reunidos en este encuentro; cada uno desde un estilo distinto. Jorge Dioni, autor del ensayo El malestar de las ciudades (Arpa), analiza el papel de la ciudad y su riesgo de despersonalización, Anna Pacheco, autora de la crónica Estuve aquí y me acorde de vosotros (Anagrama), cuenta cómo se infiltra en varios hoteles de lujo para destapar su filosofía empresarial y los problemas a los que se enfrentan sus trabajadores, y Félix G. Modroño, autor de la novela La ciudad de la piel de plata (Destino), tercera y última parte de su trilogía que dedica a la ciudad de Bilbao.
Jorge Dioni explica la ciudad como punto de encuentro de personas distintas que conviven: “La ciudad y el lenguaje son los dos inventos más importantes porque nos permiten relacionarnos con otras personas, con las que quizá no teníamos nada en común y quizá no queríamos relacionarnos” y como afirma Félix G. Modroño: “Todos los que vivimos en una ciudad pertenecemos a la propia ciudad, de una manera u otra aunque nos creamos especiales, en el fondo tenemos muchas cosas en común. Aunque no nos conozcamos transitamos por los mismos sitios, vemos los mismos atardeceres, comemos lo mismo, tenemos las mismas costumbres, vivimos los mismos hechos históricos”.
¿Pero qué ocurre cuando nuestra ciudad tiene que acoger una población que está en constante movimiento y muta su economía?, pregunta Montfort. “Vi un titular en un diario asturiano que decía “La nueva industria de Asturias es gustar” Gustar es un verbo que es para el que lo ve, para otro. El PIB puede ser el mismo, pero al final no lo es. El caso más claro es Baleares, aunque sean turistas de calidad, desciende el PIB. Hay un cambio psicológico porque nos adaptamos para el de afuera. Pueden cambiar hasta las tradiciones. Hay dos casos paradigmáticos. El plato típico en España era el puchero y se ha cambiado a la paella. El puchero no es vistoso y en verano no apetece comerse un cocido. En Asturias, por ejemplo, las fabes se sustituyen por el Cachopo”, explica Dioni.
Modroño cuenta la experiencia de Bilbao y cómo su apuesta por la arquitectura ha cambiado el modelo de ciudad: “Bilbao tenía 18.000 habitantes a finales del siglo XIX y, de repente, una emigración masiva la convierte, en menos de 40 años, en una ciudad de 200.000. Después vivió otra transformación con la guerra civil. Y finalmente, deriva de ciudad industrial a una ciudad de servicios y quiere gustar. El motor de ese cambio se debe al metro y, especialmente, el Guggenheim”. Sigue contando cómo parte de la ciudadanía no estaba de acuerdo con este modelo. “No se pensaba que un edificio atrajese turismo. La cantidad económica que se destinó fue para muchos, incluso para colectivos culturales, un derroche porque se consideraba que se tenía que invertir en otras cosas”. “Cuando yo tenía 13 años, fui a Bilbao con mi padre (yo era de Portugalete) y vimos a un señor con una cámara. Lo seguimos, nos parecía muy pintoresco. Era un turista. Cuando hace poco me entrevistaron delante del Guggenheim fue casi imposible encontrar un lugar, de lleno que estaba de turistas, y me acordé de esta anécdota. Estamos rodeados e invadidos por el turismo y nosotros también somos turistas, que es lo tremendo. Bilbao es una ciudad de servicios que no tiene nada que ver con la de hace 40 años y mucho menos con la de hace 100 pero a su vez lucha por mantener su idiosincrasia, su manera de ser y ahí reside la importancia de los enamorados de estas ciudades. Somos los encargados de que nuestras ciudades se adapten a los nuevos tiempos pero sin perder su carácter”.
¿Podemos afirmar que el modelo de turismo de Bilbao, de Barcelona o de Amsterdam es un modelo exitoso? Es difícil, porque como cuenta Anna Pacheco: “Muchas veces se opera en estos espacios de venta de ciudades como si fuera un tablero, como si no vivieran personas. Se dice que este lugar se va a vender de cierta manera y luego ocurre la vida o no. Son proyectos de expectativas versus realidad”. “Lo hemos visto en muchos barrios y distritos, donde se ha intentado utilizar una parte del suelo heredero de la industrialización, como por ejemplo en el barrio del Poble Nou de Barcelona, con un resultado nefasto, En primer lugar, por el incremento de los alquileres para la gente que vive allí y por otro, por ser un modelo decepcionante. El caso paradigmático es el barrio 22@ que prometía ser el Silicon Valley catalán, pero que no tiene nada que ver. En primer lugar, las empresas que se trasladaron instalaron la parte más residual de sus propias corporaciones, con personal con sueldos bajos. Se ha hecho un distrito invivible para la gente. Los comercios locales estaban afectados con una gobernanza que decía que si tu comercio no estaba relacionado con la tecnología o la innovación no tenía cabida, lo que ha dado lugar a que si quieres ir a una verdulería o a una panadería tengas que recorrer varias manzanas».
Durante la charla, se trataron varios problemas relacionados con el turismo masivo en las ciudades, pero uno de los más graves es el que tiene que ver directamente con la vivienda y la expulsión de sus habitantes del núcleo urbano. Cuenta Jorge Dioni que “en la ciudad de Barcelona, en el 80% de hogares no hay menores y en la ciudad de Madrid solo el 15% de presupuesto se destina al deporte base, para los residentes. La gente se va, pero tampoco puede ir muy lejos por el trabajo».
Retomando el título del encuentro: ¿cómo narrar las ciudades? Todos concluyen que la mejor manera de contar lo que está ocurriendo es la ficción. Como afirma Jorge Dioni: “Nos explicamos la realidad con ficciones. Lo que tendríamos que hacer es narrar las ciudades, pero no acabamos de narrar la realidad”.
Librujula - Susana Picos