Este libro de Manuel de Pedrolo ha vendido casi dos millones de copias y muchos de los que han sido adolescentes en las últimas décadas en Catalunya pueden recitar de memoria sus primeras líneas
A nadie se le escapa que el campo de la literatura es extraordinariamente permeable a otras tradiciones y ámbitos lingüísticos. Casi la mitad de los libros que se leen en español, por ejemplo, son traducciones y muchos de los éxitos que un día fueron locales devinieron en fenómenos globales. Los lectores, por norma general y siempre que esté accesible en una lengua en la que sean competentes, aprecian del mismo modo que los hechos -las historias- sucedan en su ciudad natal o en un barrio de Ulán Bator.
Pero siempre hay excepciones que desmienten este viaje de los libros importantes entre diferentes territorios lingüísticos y una de estas anomalías es el Mecanoscrito del segundo origen, de Manuel de Pedrolo, que ha vendido casi dos millones de copias y cuyas primeras líneas pueden recitar de memoria muchos de los que han sido adolescentes en las últimas décadas y han sido educados en Catalunya.
Pero esta popularidad desmedida no se explica solamente por el hecho de ser un libro de lectura obligatoria o recomendada; realmente los jóvenes lo leen con fruición y ha marcado ya a varias generaciones de lectores. ¿Pero de qué está hecho este long seller que parece no sufrir el paso del tiempo?
Ciencia Ficción
Manuel de Pedrolo, que fue un autor asombrosamente prolífico, y que nunca eludió la mal llamada literatura de género -sobre todo la novela negra- tuvo varias incursiones en la ciencia ficción, pero en ninguna se acercó al apabullante éxito del Mecanoscrito. La novela describe un mundo distópico y apocalíptico en el que unos alienígenas aniquilan a la humanidad y destruyen sus ciudades. La literatura apocalíptica/post apocalíptica se podría considerar un género en sí mismo con una larga tradición; no en vano, el Mecanoscrito del segundo origen se escribe veinte años después de Soy Leyenda, de Richard Matheson, y siglo y medio después de El último hombre, de Mary Shelley (y por ser justos, también treinta años antes de La carretera, de Cormac McCarthy).
En la obra que nos ocupa, aparentemente, solo se han salvado Alba, una chica de 14 años, y Dídac, un niño negro de unos 8 años con el que se metían los niños malotes de su barrio. Gran parte del texto se encarga de los asuntos de supervivencia: refugio, alimento, cultivo, pesca sin grandes desgarros emocionales. La muerte de sus padres, por ejemplo, se despacha sin otorgarle mucho peso narrativo, más allá de que los protagonistas evitan volver al pueblo de origen para no reencontrarse con los vestigios de sus vidas anteriores.
Valores
La recomendación escolar, además de la clarividencia de recomendar un texto de ciencia ficción que, casi por definición, es de mejor digestión para los lectores más jóvenes, tiene unos valores que si bien eran atrevidos para su época, hoy son de común aceptación. Por un lado está el feminismo. La chica es la parte fuerte, adulta, sensata y equilibrada de la pareja ( y por extensión de la humanidad) y es la encargada de ser la madre del mundo. No siente pudor y acepta su cuerpo con naturalidad. Pero ya desde el principio mismo del libro, en su primera página, encontramos que Alba, la joven adolescente impide que el chico, negro, se ahogue tras ser atacado por los muchachos del pueblo.
El comienzo del texto ya se presenta contra el bullying y contra el racismo. También hay una defensa de la cultura: los protagonistas recopilan todos los libros posibles, con la idea de crear la gran biblioteca de la humanidad, para que exista un pasado de conocimiento sobre el que construir la nueva civilización. También se deja entrever algún mensaje político que, claramente, se le escapó a la censura del tardofranquismo. Por ejemplo, el padre de Alba “había estado en prisión sin haber asesinado, robado o estafado nunca a nadie” en lo que parece una velada referencia a un preso político o el momento en el que los protagonistas encuentran un alijo de armas de los grupos “disconformes” que se preparaban para derrocar al Gobierno.
Violencia
Sin embargo, también es una historia con altas dosis de violencia y truculencia. No solo matan por la espalda a una criatura extraterrestre, casi comprensible si prácticamente han acabado con la humanidad, sino que también acaban con la vida de tres hombres que querían violar a la chica y matar al chico. También las descripciones de los restos humanos en diferentes estados de descomposición son constantes. Merece una mención aparte la escena en la que la protagonista encuentra el cadáver, ya esquelético, de una amiga en el retrete y le produce un vómito instantáneo.
Sexo
El sexo ha sido, sin duda, parte del atractivo para los lectores pubescentes. Está presente a lo largo de todo el texto pero no deja de ser un planteamiento un tanto conflictivo y discutible. Hay innumerables escenas que inciden sobre el cuerpo de la chica, y de modo muy acentuado, sobre el pecho de la protagonista. A veces son escenas tan aparentemente inocentes como una en la que ella no se había dado cuenta de que la blusa no le cubría el pecho, pero que no dejan de ser un poco perturbadoras si tenemos en cuenta que nos referimos a un personaje femenino de 14 años y que esos pasajes parecen alimentar la mentalidad lúbrica de lectores todavía por madurar.
Más inquietante resulta que la joven de 18 años tenga un hijo con un niño de 12 aunque sea para perpetuar la especie humana. Y es que hay cierto subtexto rijoso que recorre toda la novela, en ocasiones más chillón, como cuando uno de los pocos supervivientes se empieza a masturbar al ver a la protagonista tras tres años sin ver a otra mujer o más sutil, como en el diario póstumo de una mujer que tras el colapso de la humanidad escribe sobre cómo echa de menos las relaciones sexuales.
Pero si hay algo sin duda turbador es el final del penúltimo capítulo y de la historia de nuestros protagonistas. El chico ha muerto y la protagonista queda -plausiblemente- sola en el mundo con su hijo todavía bebé. El último párrafo dice: “Y yo, Alba, una madre de dieciocho años, miré a Mar, que lloraba en la cuna, y pensé que apenas sería una mujer de treinta cuando él cumpliera doce. Y en el fondo de mi corazón deseé fervientemente que fuera tan precoz como Dídac, su padre; si lo era, aun podría tener unos cuantos hijos de mi hijo...” . En un solo viaje por la costa mediterránea encontraron cuatro supervivientes: tres hombres a los que mataron y una mujer desquiciada que abandonaron a su suerte lo que hace preguntarse al lector si esa decisión incestuosa no es un poco imprudente y si ese ayuntamiento carnal es estrictamente necesario .
El texto
El Mecanoscrito del segundo origen, aunque según los expertos no estaba en principio destinada a ser literatura juvenil, tiene todos los elementos que hacen que sea perfecto para un público joven. No solo la ciencia ficción, el sexo y la violencia. También una prosa de fácil deglución, a veces incluso esquemática, que no se detiene en casi nada y pasa por todo, por abrumador que sea, en unas pocas líneas. Ya sea una invasión alienígena, la muerte de tus padres y de todos los humanos que conoces, asesinar a tres personas o un intento de violación. Eso le confiere una cierta frialdad, una suerte de asperger literario que cuenta mucho y hace sentir poco.
Hay también una cierta ingenuidad formal que, se desvela en el último capítulo, es intencionada al atribuir la autoría del Mecanoscrito del segundo origen a la misma Alba. La autoría del texto se analizaría miles de años después y el libro, la novela, sería el Génesis de la renacida civilización.
La realidad es que el ingente número de lectores de este libro se circunscribe casi al orbe catalanoparlante. Podríamos pensar que es porque no es un libro de una calidad excelsa y porque esa nebulosa lasciva quizás no ha envejecido del todo bien, pero si la calidad y las buenas maneras fueran los pilares del éxito, Wattpad sería un fracaso y Antonio Rabinad hubiera muerto millonario.