Diumenge, 23 de febrer de 2025



Castellano  


Escribir tras las rejas: la literatura entre barrotes
10/2/2025



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Daria Galateria publica ‘Condenados a escribir’, una obra que explora la relación entre la prisión y la creatividad literaria


La literatura y la prisión han mantenido, a lo largo de la historia, una relación tan tensa como fascinante. Daria Galateria (Roma, 1950), en su libro Condenados a escribir. Escritores entre rejas (Impedimenta, 2025), recorre un itinerario literario insólito: el de aquellos autores que encontraron en la cárcel no solo un castigo, sino también un inesperado espacio de creatividad. Con una prosa ágil y documentada, Galateria nos lleva por un peregrinaje de las celdas de 43 escritores, desde los lúgubres calabozos de la Bastilla hasta las modernas prisiones del siglo XX, explorando cómo la reclusión moldeó la obra y el pensamiento de algunos de los más grandes escritores de la historia: Voltaire, Dostoyevski, Oscar Wilde, Apollinaire, Fitzgerald, Václav Havel, Solzhenitsyn, Burroughs, Truffaut y Sapienza entre otros.


Desde el siglo XVIII hasta la actualidad, la cárcel ha sido el destino de muchos escritores, ya sea por delitos comunes, por razones políticas o por conductas escandalosas. Galateria no solo muestra las circunstancias que llevaron a estos autores a prisión, sino también cómo el encierro influyó en su producción literaria. Y es que, como bien señala la autora, «la vida entre rejas se parece bastante a la vida frente a un escritorio».


Cuando la palabra era un delito

El recorrido de Galateria comienza con los escritores del Siglo de las Luces, para quienes la prisión era una amenaza constante. Voltaire, por ejemplo, sufrió la reclusión en la Bastilla por sus versos satíricos contra la nobleza, y su estancia tras los barrotes no hizo más que alimentar su espíritu combativo. Diderot, el célebre enciclopedista, también probó el rigor del encierro tras publicar obras consideradas subversivas. Para él, la prisión fue un período de reflexión y redescubrimiento intelectual.


Uno de los personajes más pintorescos de este período es Giacomo Casanova, quien terminó en los calabozos venecianos por sus aventuras libertinas y su desafío a la Iglesia. Sin embargo, su encarcelamiento en Los Plomos no lo amilanó: urdió una fuga espectacular que luego relataría en La fuga de Los Plomos, un libro que le otorgó fama literaria en toda Europa.


La cárcel se convertía en un motor de creatividad para algunos autores y en un abismo de destrucción para otros. Heinrich von Kleist, por ejemplo, encontró en la prisión un infierno personal que contribuyó a su trágico destino. En contraste, el Marqués de Sade hizo de la cárcel su hogar literario. Recluido durante largos períodos, Sade escribió algunas de sus obras más impactantes, como Los 120 días de Sodoma, un texto que, de no haber sido por su reclusión, difícilmente habría alcanzado el nivel de desenfreno que lo caracteriza. Cuenta Galateria, que «en 1784, encerraron al marqués en el segundo piso de la torre de la Bastilla, a la que llaman por antífrasis Segunda Libertad». 


Jean Genet, un ladrón reincidente convertido en escritor, es otro de los casos paradigmáticos de la época. Su experiencia carcelaria marcó toda su obra, desde Milagro de la rosa hasta Diario del ladrón. La cárcel no solo fue un espacio de castigo para Genet, sino el escenario en el que su identidad literaria cobró forma. Sin embargo, en su vida civil alternó el vagabundeo y las fugas con los orfanatos, los reformatorios infantiles, los campos de concentración y los de deportación, pero, sobre todo, con todo tipo de cárceles; tanto es así que Michel Foucault pasó largo tiempo entrevistándolo para su Vigilar y castigar, un libro sobre el «sistema penitenciario occidental», escribe Galateria.


La cárcel como castigo ideológico

El siglo XX trajo consigo un sinfín de escritores que, por diversas razones, conocieron la prisión. Algunos, como Ezra Pound, fueron recluidos por motivos políticos. Pound, acusado de traición tras apoyar el fascismo, pasó un tiempo en una celda en Pisa, donde escribió su célebre Los cantos pisanos, marcado por la desesperanza y el arrepentimiento.


Chester Himes, quien cumplió condena en los años 30, comenzó a escribir en la cárcel relatos que reflejaban la dureza de la vida afroamericana en Estados Unidos. Su carrera literaria despegó gracias a este período de reclusión, convirtiéndose en un referente de la novela negra con obras como Por el pasado llorarás.


Otro caso emblemático es el de William Burroughs y sus múltiples enfrentamientos con la ley. Su obra más conocida, El almuerzo desnudo, tiene una impronta de marginalidad y subversión que en gran parte se debe a sus experiencias al margen de la legalidad.


Las mujeres y la cárcel: literatura como resistencia

Si bien la mayoría de los casos que aborda Galateria son de escritores varones, la autora también dedica espacio a aquellas mujeres que encontraron en la prisión una suerte de liberación. Louise Michel, revolucionaria y escritora francesa, transformó su encarcelamiento en una plataforma de lucha ideológica. Goliarda Sapienza, por su parte, relató en La cárcel de Rebibbia su dura experiencia en la cárcel con un tono introspectivo y feminista, reivindicando la reclusión como un momento de autoafirmación.


A lo largo de Condenados a escribir, Galateria argumenta que la cárcel, aunque privaba a los escritores de su libertad física, les otorgaba un espacio de introspección y creación que de otro modo quizá no habrían tenido. Algunos autores escribieron para sobrellevar la desesperación; otros, para reafirmar sus ideas o desafiar a sus verdugos. En todos los casos, la prisión fue un escenario que potenció su talento y su capacidad de observación.


La autora evita caer en el tono académico pesado y, en su lugar, adopta un estilo accesible, con anécdotas curiosas y detalles que hacen que el lector sienta que está recorriendo junto a ella las celdas donde estos escritores pasaron sus días. Sin embargo, más allá de la anécdota, Condenados a escribir nos deja una reflexión sobre la capacidad del ser humano para transformar la adversidad en arte.




   
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