Jueves, 21 de noviembre de  2024



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Cuestión de género: 'la' poema y 'el' poesía
Matías Néspolo15/5/2017



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A diferencia de pasadas ediciones, los grandes nombres femeninos destacan en el cartel del festival Barcelona Poesía que, hasta el próximo martes 16, con el tradicional recital en el Palau de la Música como clausura, inunda de versos la ciudad. La poeta nicaragüense Gioconda Belli, la portuguesa Ana Lluísa Amaral, la escritora india afincada en Canadá Rupi Kaur, la férrea candidata rumana al Nobel Ana Blandiana, la andaluza Aurora Luque, la argentina M. Ana Diz o la consagrada asturiana Olvido García Valdés, son algunas de ellas. Y no parece casualidad el hecho de que varias de estas autoras, sobre todo las primeras, aborden las cuestiones de género o enarbolen la militancia feminista como bandera.

«No hubo una intención especial a la hora de programar», dice la codirectora del festival Àngels Gregori junto a Teresa Colom. Intencional o no, también está en manos femeninas la renovación lírica catalana que participa de la fiesta, como apuntaba sagaz el poeta Lluís Calvo en una famosa conferencia de 2015 titulada ''Audaces i talentoses''. 

Las herederas de Maria-Mercè Marçal son escandalosamente jóvenes, ganan premios, se enfrentan a cuestiones de género sin complejos y se atreven a todo. «El cuerpo es un discurso que provoca realidad», dice la badalonesa María Sevilla (1990) con cierto «vértigo», porque se medirá en las tablas del Palau de la Música con los grandes, como el popular neoyorquino Billy Collins. El cuerpo al que se refiere la autora de Dents de polpa (Adia), Premi Bernat Vidal i Tomàs es el suyo, con el que trama una provocadora poética atravesada por el mundo de la noche, la música electrónica y el exceso. En sus inicios, «cuando no había entrado en el feminismo a nivel teórico», la poeta asumía el sexo «desde los estereotipos culturales de la vergüenza y la culpa», dice. Ahora, en sus poemas inéditos, la sexualidad se despliega desde la disidencia. «El cuerpo es ahora una instancia de disidencia de género y de identidad», aclara.

En la misma línea trabaja la autora de Poètiques del cos (Galerada), Mireia Calafell (1980) a quien Flavia Company tradujo al castellano su último poemario Tantas mudas (Stendhal Books). «Soy una mujer y la gente me lee como tal, pero no estoy de acuerdo con las identidades de género y con eso juego», dice la poeta que ya se subió al escenario del Palau de la Música en la pasada edición. «Me divierte cómo se leen las referencias a los cuerpos y el deseo en mi poesía, porque nunca hago explícito el género», revela la poeta que va más allá de la celebración del feminismo, «porque está presente en todo lo que hago, como una visión del mundo».

La poeta de Manlleu (Osona) Raquel Santanera (1991), que debutó en el epicentro del festival, el Museu Frederic Marès, también es de armas tomar. La autora de Teologia poètica d'un sol ús (Viena), premio Martí Dot de Sant Felliu de Llobregat, aboga por «desmarcarse del masculino universal, salir de los constructos ficcionales de las identidades que reservan a la mujer el lugar de la emoción y la sensibilidad para hablar de sus menstruaciones». Y de hecho, eso es lo que hace Santanera en su primer poemario con la creación de una divinidad pagana de sexualidad múltiple o inabarcable. Pero cuidado que no todo son campanas al viento, porque aunque Santanera vea como «un triunfo que el festival lo lleven dos mujeres»; advierte que premios, editoriales e instancias de legitimación siguen «en manos masculinas».

«La escritura no tiene sexo. Es lo más democrático del mundo, no deberíamos hablar de géneros», zanja la ya consagrada poeta de Vilafranca Anna Gual (1986). La doblemente premiada autora de Molsa (Adia) y El tubercle (3i4), las dos primeras entregas de un ambicioso tríptico, reconoce que «aún queda mucho por hacer para llegar a un equilibrio» y se asume feminista, «pero abandono ese lugar cuando escribo». Gual confía en que la normalización desactive el tema en pocos años y quizá tenga razón. Puede incluso que hasta el deseado equilibro se rompa en sentido inverso, y sean los poetas hombres quienes pierdan el tren de la renovación lírica catalana. Por lo pronto, quien los deja, a ellos, en pie de igualdad es el mallorquín Pau Vadell (1984) con los flamantes laureles de los Jocs Florals por el poemario Esquenes vinclades.



   
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