Llega de Estados Unidos la triste noticia del fallecimiento, el pasado 19 de junio, de la ilustre hispanista, de origen lituano, Biruté Ciplijauskaité. Había cumplido en abril 88. Profesora universitaria e investigadora de primerísimo nivel en Norteamérica, era Biruté mujer de cualidades intelectuales excepcionales. Poseía el don bíblico de lenguas: hablaba 17 idiomas y reconocía un dominio no tan pleno en otros cinco. 22 lenguas, en suma, por las que podía moverse con desenvoltura. Esta admirable (casi mágica) aptitud la convirtió en la primera y más destacada políglota del hispanismo contemporáneo.
Sus estudios literarios son de una admirable solidez y recorren un arco amplio de géneros y temas, desde la novela hasta la poesía, especialmente la poesía española y la lituana, en las que era una autoridad y a las que prodigó una constante y generosa atención hasta el final de sus días. No es por ello extraño que la última publicación suya de la que tenemos noticias fuese una reseña a la traducción española de Las estaciones del año, obra de un clásico de la poesía lituana, Kristijonas Donelaitis. El hermanamiento de lenguas que toda traducción persigue aquí —entre la lituana y la española, sus dos lenguas más queridas— se convierte ahora, en este momento de la despedida, en el perfecto símbolo de lo que fue su vida.
Dedicó especial atención a Góngora y a Jorge Guillén, pero su monografía La soledad y la poesía española contemporánea, de 1962, con la que poco antes había conseguido el doctorado por el Bryn Mawr College, y su brillante estudio El poeta y la poesía, de 1966, revelan ya un maduro conocimiento de los poetas españoles más diversos, no solo de los maestros consagrados, desde la época romántica hasta la “poesía social” que se cultivaba por aquellas fechas.
Siempre muestra en sus páginas de crítica un juicio equilibrado, profundo y novedoso. No prestaba oído a los tópicos ya cristalizados y era capaz, con gran independencia de criterio, de aportar una visión radicalmente nueva y original sobre los poetas y las tendencias imperantes. Biruté, por ejemplo, fue la primera en elaborar una “teoría de la máscara” al hablar de la poesía de Aleixandre y de sus Diálogos del conocimiento.
Sus análisis sobre la novela moderna aúnan hondura psicológica y sensibilidad femenina. A Baroja le dedica un libro esencial, centrado en su poderoso estilo, escueto y eficaz. Pero también dedicó importantes capítulos a Clarín, Flaubert, Fontane y Tolstoy, en cuanto sutiles analistas del alma rota e insatisfecha de sus heroínas. Ahí Biruté se desenvuelve como un crítico de enorme erudición, pero que no olvida nunca su condición de mujer. La bibliografía que aporta, con referencias en ruso, húngaro, alemán y noruego, además de inglés, francés y español, es asombrosa y no tiene parangón con la de ningún otro hispanista.
Al final de su vida recibió la satisfacción de ver que su obra no había sido semilla caída en el desierto. La Junta de Andalucía la homenajeó con motivo de su nueva edición de los sonetos de Góngora, España le concedió la Encomienda de Alfonso X el Sabio y, en 2015, obtuvo el Premio del Gobernador de Wisconsin por sus trabajos de traducción y clasificación en la Biblioteca Memorial de Madison.
Biruté se alegraba, como es natural, de todos estos reconocimientos, pero los veía con la distancia irónica que le había enseñado la vida. “Considero una suerte —escribió en unos apuntes llamados Retazos de vida— haber sido la hija de en medio; la mayor recibía toda la atención; luego, la pequeña. Así, he crecido más independiente, en mi propio mundo”. Y añadía: “Sin creerme importante”. Pero 22 lenguas proclaman la importancia, la verdadera importancia, de esta gran e inolvidable mujer.
Alejandro Duque Amusco
Artículo poblicado en el diaro
El Pais 28-6-2017