Improvisación poética y descomposición del lenguaje de Rosa Abuchaibe
Rosa Abuchaibe recupera la oralidad, el sentido del ritmo, la lógica formal del hexámetro, la precisión de la forma. Es, en definitiva, un ansia de pureza.
Su empeño es una actitud vital de reconocimiento de la realidad que se oculta en las formas primigenias de las palabras.
En sus versos hay la otra hechura de la realidad, la que podemos contemplar cuando despojamos la poesía de la gravedad del argumento, cuando contemplamos que el perfil de las cosas ya es, en sí mismo, lo objetivo, lo que constituye la esencia de la poesía: la profundidad de la piel, la imagen que impresiona un papel fotográfico, el gesto de las manos protegiéndose la cabeza, el sonido estridente de una sirena, el olor a orín de las calles del Raval de Barcelona, la sorpresa del salto de un sapo y todas las sensaciones directas que percibimos con los sentidos sin ningún aditamento que modifique su sentido.
Ante un futuro desesperanzador de miseria creativa –quizás setecientos años de oscuridad- la obra de Abuchaibe es una reacción de autodefensa, de hecho, la poesía siempre ha sido una acción de autodefensa, una forma trascendental de protección y de ejercer el instinto de conservación.