Llevo leyéndote, calculo, veinticinco años, y esta carta quizá debería haberla escrito mucho antes, como lo hice con algún otro escritor que admiro. Pero lo cierto es que nunca tuve el impulso de escribirte, aunque sí de leerte, y no pasan muchos meses sin que vuelva a tus libros, desde el maravilloso Cuaderno amarillo a Adiós a casi todo, tu último diario publicado. Me encantan tus diarios, donde mezclas la religión y la filosofía, incluso la ciencia, con la mundanidad, el vivir y el saber vivir.
Eres un sabio con los pies en la tierra y de barro, cultísimo, muy preparado en múltiples disciplinas, una persona que hoy costaría encontrarla igual, o yo no la conozco, y eso que ya conozco a bastantes personajes excepcionales, tanto seguramente como tú. Mientras hacía mi tesis doctoral sobre Francisco Umbral y lo trataba mucho, a veces hablábamos sobre ti porque él te apreciaba y se sabía apreciado por ti. Me decía Umbral: “Tu querido Salvador Pániker…” Porque ya se daba cuenta de que yo te admiraba. Ahí empecé a leerte, y la verdad es que me impactaste porque a Cuaderno amarillo le siguieron otros libros tuyos, tus otros diarios y algunos libros de memorias.
Al final he resuelto que eres uno de mis escritores favoritos, y que tus diarios, desde que empecé a leerlos, desde esas fechas (año 2000 aproximadamente), son de los mejores libros que he leído. Una vez le dije a Andrés Trapiello que en los últimos veinticinco años sus diarios, Salón de pasos perdidos, que también me entusiasman, y los de Pániker son los libros que más me gustan. De los publicados en todos estos años. Lo curioso es que estos libros pertenezcan al género diario, que no deja de ser un género minoritario, aunque muy literario, añado. Recuerdo que Trapiello me dijo que no había leídos los libros de Pániker, aunque no me extrañaría que, con lo curioso que es, desde que se lo dije se haya asomado a ellos.
A Umbral también le gustaba mucho el género del diario, y lo cultivó mucho. Yo también he escrito bastante diario. Lo que ocurre es que son libros para cultivo personal, no para publicar. Me temo que pocos editores, a no ser que seas un escritor famoso, se atrevan a publicarte un diario. Ya tengo yo problemas para publicar en libro estas cartas, estando como están plagadas de nombres importantes y esenciales.
Resulta difícil publicar diarios, mucho más que las novelas o las biografías, por ejemplo. Ésa es mi experiencia, aunque también debo decir que apenas lo he intentado, quizá porque mi conocimiento del tema me desanima. Pero a veces el conocimiento puede ir en contra de la realidad, de la acción. ¿Por qué vuelvo periódicamente a tus libros? ¿Qué hay en ellos que tanto me atrae? O, mejor dicho, ¿qué tienes tú que tanto me gusta? El género diario me resulta interesante, pero estos años yo me he dedicado mucho más a otros géneros, como el artículo, la entrevista o la novela. Sobre todo yo diría que la novela histórica.
Me gusta recordarte en Negro sobre blanco, el programa de televisión de Sánchez Dragó, donde se os ve encantados de conversar, con una lozanía intelectual, incluso superficial, que no se correspondía con vuestra edad, pues los dos no erais precisamente jóvenes ya. No necesitabais serlo. Recuerdo que Dragó, con motivo de la aparición de Cuaderno amarillo, te dedicó dos programas. Estos programas se pueden ver ahora en YouTube.
Cuando abro un libro tuyo casi me atrevería a decir cualquier libro tuyo, me encuentro con un hombre inteligente, que dice cosas inteligentes, que proporciona al lector aportaciones inteligentes. Y también debiste de ser lo que se llama “listo”, porque por lo que sé también se te daban bien los negocios y las empresas. En suma, un hombre muy completo.
Lo que cuentas de tu vida, de tu día a día, está trufado de cultura, de lecturas, de clarividencia, de filosofía. Como tu formación era también ingenieril, mezclas la ciencia y las letras, y los comentarios sobre la vida y sobre el día a día no pueden ser más completos. Además, tienes tiempo, mucho, para el amor. En tus diarios desarrollas historias de amor, y lo haces bien, con respeto pera también valentía diciendo lo que no se suele decir en un diario, literario.
Sí, te recuerdo, y te recupero ahora por Internet, en aquel programa legendario de Fernando Sánchez Dragó, al que sí que traté mucho, y que para mí fue un hombre afable, cercano y sabio a su manera, genio también a su manera. Recuerdo que hace poco me decía Javier Sierra que Fernando era un genio. Puede que tú también lo fueras, aunque a quién le importa, en el fondo: sabio, genio… son formas de decir algo, de mostrar una admiración en el fondo, formas de llamar a algo que se nos escapa y que no sabemos muy bien cómo explicar, cómo expresar. Es mejor leerte, por ejemplo el Cuaderno amarillo, que es tu libro que más me gusta, de los que conozco, que pararnos a pensar si fuiste un sabio, o un genio, o qué sé yo. Fuiste un hombre, un ser humano, con su tiempo en la tierra, que gozó y que sufrió, como todos los hombres. Y que también hizo cosas sensacionales. Tenías una imagen positiva, la de alguien a quien daba gusto escuchar, leer, aunque lo que dijeras pudiera tener mucha complejidad, o ser muy profundo. De esto hacías siempre una materia interesante o divertida.
Han pasado muchos años, pero recuerdo, o mejor, imagino, una de esas noches de domingo en que ponían Negro sobre blanco. Lo ponían a las doce de la noche, nada menos, no sé si por cuestiones de audiencia, o porque a las autoridades les diera miedo que aquellos contenidos, quizá subversivos, llegaran a las “masas”. Ya pensar me parece algo subversivo, revolucionario, en el mundo de hoy.
Yo veía estos programas con gran ilusión, y luego compraba muchas veces los libros de los que hablaba Sánchez Dragó. Éste de Cuaderno amarillo lo compré y lo disfruté muchísimo. Todavía lo disfruto. Ya no está nuevo mi ejemplar en absoluto, pero para mí sigue desprendiendo la misma energía de siempre, la misma fuerza.Esos diarios, Cuaderno amarillo, Variaciones 95, Cuaderno de otoño, Diario del anciano averiado y Adiós a casi todo, que apareció póstumo, para mí son grandes libros, y poseen el valor de lo entrañable, en mi sentir, también en mi pensar, en definitiva en mi vivir.
Era el diario el género que mejor te iba. Te iba como ser humano y como escritor. Lo cultivaste desde muy pronto, por lo que sé, y prácticamente hasta el final, o hasta el final. Era el género que te permitía al mismo tiempo vivir y escribir, pensar y supongo que también soñar. Estos libros te muestran mientras vives, pero también te enseñan reflexionando constantemente. En ellos está tu mundo y tu mundo circundante, el mundo. Son libros de calidad porque los cuidabas, seleccionabas sus páginas, las revisabas, las corregías. Imagino que desecharías mucho material respecto a lo que finalmente publicaste, porque en un volumen podías reunir varios años. También imagino que habrás dejado una última parte sin publicar, aunque la última entrega, Adiós a casi todo, parece menos voluminosa que otras, asimismo muy esencial. Ésa es una palabra que le van bien a tus diarios, “esencial”. Son diarios de lo esencial, y lo esencial también puede ser lo mundano, el amor y el sexo, por ejemplo. Y lo social. Desde luego tú lo hacías tal en tu mente y en tu pluma. En tu vida.