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Tarde azul y jackpot
Juan Carlos Elijas 12/2017
Tarde azul y jackpot significa una importante ruptura en la poética de Juan Carlos Elijas (Tarragona, 1966). En 2015 pone fin a una larga etapa de edición, de tres lustros, con Ontología poética (1998-2014). Propone un, quizás, nuevo camino: la apuesta por un ritmo anterior al ritmo, la sílaba adecuada al pensamiento antes de formarse como tal: palabra e idea nacen al unísono, sin la artificiosa gestión de moldear un significado preconcebido. La sombra de Wallace Stevens se extiende por los once secuenciados poemas. Se habla desde el invierno del ser humano, desde las habitaciones institucionales a las que está destinado. Así nuestra vida hermética entre cuatro tediosas paredes: hospitales, escuelas, fábricas, templos, cárceles, residencias o geriátricos. Y así el azar se viste para la ocasión. La combinación de las tragaperras como una representación actualizada de la rueda de la fortuna medieval, el destino tejido por algún fado que no deja de observarnos: ciruelas, sietes, estrellas, cerezas, fresas, sandías, campanas o limones. Detrás de cada título, la atmósfera de Hopper para indagar en la sala de espera del propio lenguaje.
Juan Carlos Elijas 12/2017
Tarde azul y jackpot significa una importante ruptura en la poética de Juan Carlos Elijas (Tarragona, 1966). En 2015 pone fin a una larga etapa de edición, de tres lustros, con Ontología poética (1998-2014). Propone un, quizás, nuevo camino: la apuesta por un ritmo anterior al ritmo, la sílaba adecuada al pensamiento antes de formarse como tal: palabra e idea nacen al unísono, sin la artificiosa gestión de moldear un significado preconcebido. La sombra de Wallace Stevens se extiende por los once secuenciados poemas. Se habla desde el invierno del ser humano, desde las habitaciones institucionales a las que está destinado. Así nuestra vida hermética entre cuatro tediosas paredes: hospitales, escuelas, fábricas, templos, cárceles, residencias o geriátricos. Y así el azar se viste para la ocasión. La combinación de las tragaperras como una representación actualizada de la rueda de la fortuna medieval, el destino tejido por algún fado que no deja de observarnos: ciruelas, sietes, estrellas, cerezas, fresas, sandías, campanas o limones. Detrás de cada título, la atmósfera de Hopper para indagar en la sala de espera del propio lenguaje.
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