Jordi Royo, poeta del discurso verbal y gráfico
Ha muerto Jordi Royo (Barcelona, 1959), víctima de una larga enfermedad degenerativa que pronto le apartó de los círculos poéticos. A pesar de una infancia complicada, en un internado de Galicia, tuvo una juventud llena de experiencias que vivió de forma alegre, poética y heterodoxa. Sus amigos lo recuerdan como una excelente persona que, entre finales de la década de los setenta y principios de los noventa, en el ya desaparecido Café Dadà de Barcelona o en su piso del barrio barcelonés de Gràcia, siempre estaba dispuesto a compartir lecturas diversas ¬¬–G. Leopardi, Ezra Pound, T.S Eliot, L. Ferlinguetti–, pero también a hablar de bossa nova o de canción italiana, de Filosofía, a tocar la guitarra y a salir en busca de un futbolín o de una máquina de flipper para jugar interminables partidas con los amigos, o llevarlos en moto de noche por las calles de la ciudad mientras se ilusionaba con un viaje a San Francisco tras el rastro de la cultura beatnik que, finalmente, la enfermedad no le permitiría hacer.
Retirado en su casa de Palau-Solità i Plegamans, junto a su mujer Victòria y sus dos hijas, a pesar de los estragos de la enfermedad, Jordi Royo continuó escribiendo e ideando proyectos con otros escritores y artistas visuales. Conocedor de su inevitable final, trabajó hasta el último momento que le fue posible.
Lejos de las convenciones, su poesía está libre de cualquier compromiso que no incluyera su propia presencia, su propia búsqueda y experimentación. Jordi Royo apostó por una refundación lírica, sin concesiones, no adscrita a militancias, que integraba elementos de la poesía visual, ecuaciones, signos de net-art, variaciones numéricas, código máquina, y claves que presentaba con listados que se acercan a la exactitud del decir científico para expresar, paradójicamente, la inexactitud y la inmensurable dimensión del ser humano. Con esos elementos, su poesía logró un equilibrio perfecto entre el discurso verbal y el discurso gráfico. Tal vez, como se ha dicho de él, no estar inscrito en ninguna tradición poética sea ahora un lujo, incluso un acto de rebeldía; el mismo lujo y el mismo acto de rebeldía que podemos reivindicar como lectores de ese caleidoscopio suyo de imágenes que muestran una realidad móvil.
El que también fuera secretario de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña en los años noventa, se licenció en Filosofía por la Universidad de Barcelona, realizó cursos de doctorado de Literatura Comparada y dirigió las colecciones de arte y literatura: Amagatotis, Ipshitilla, Phalartao y Boston. Así mismo desarrolló una breve labor como crítico de arte, colaborando en catálogos de artistas plásticos en diversos países. Su obra ensayística, publicada de forma parcial en revistas, fue editada por Bassarai en La imagen poética (2004). Tradujo al catalán y al castellano a G. Leopardi y a Csoóri Sándor, y revisó la traducción de Old Possum´s book of Practical Cats de T.S. Eliot y algunos textos de János Pilinszky. Como poeta fue el autor de media docena de libros en los que destacan Naznava (Premio Ámbito Literario / Poesía 1982) y Il gobbo (Premio Ámbito Literario / Poesía 1988), ambos publicados por la editorial Anthropos, dos textos que pasados más de treinta años hacen buenas las palabras que le dedicara Juan Antonio Masoliver Ródenas en el prólogo de Il gobbo: “…el poeta se está refiriendo continuamente al primer libro, naznava; hay una lectura constante, en un proceso de construcción y desconstrucción, de aceptación y de rechazos: naznava y avanzan están en el centro de toda su poesía, un retroceso que es asimismo un punto de partida.” Sus otros libros: La utilidad de la muerte (1997), Okupación del alma (2002) y @-dreams (2009) fueron publicados por Bassarai.
Recientemente se ha reunido el conjunto de toda su obra en un único volumen: Poesía Reunida 1980–2011, Ediciones Sin Fin (2017). Sus poemas han sido incluidos en antologías de España y México, y traducidos al húngaro, portugués e italiano. En enero de 2018 y aprovechando la aparición de su Poesía Reunida 1980–2011, sus amigos poetas le rindieron un sentido homenaje en la Llibreria Calders de Barcelona.
Jaume Benavente, Kepa Murua, A.G. Porta, Gustavo Vega
El velatorio tendrá lugar a partir de mañana 24 de julio, en el Tanatori de Caldes de Montbui, calle Raval de Canyelles, de 10 a 13 y de 16 a 20 horas. La ceremonia de despedida, a las 12,00 horas del día 25 de julio, en el mismo lugar
El poeta que jugaba al millón
Con Jordi nos veíamos todos los viernes, en un bar de la calle Pintor Fortuny, el actual Caravelle, que entonces era la Bodega Fortuny. Jugábamos a la máquina del millón como locos, bebíamos cervezas, comíamos bocadillos de tortilla a la francesa y al final siempre pagaba él porque era el único con un trabajo fijo, nada menos que en una sucursal de la Caixa de Barcelona, una vez le atracaron y todo”, recuerda el escritor A.G.Porta. Habla de su amigo, el poeta Jordi Royo (Barcelona, 1959). Los otros eran, vaya panda, Roberto Bolaño, Bruno Montané, Jaume Benavente... Eran los años de La Cloaca, la editorial de Xavier Sabater (1953-2014), encima del cine Capsa, que les servía de punto de encuentro. Hablaban de literatura hasta las tantas, se recitaban los unos a los otros y exploraban las libertades de la Barcelona de los años setenta sin demasiadas medidas protectoras. Otros lugares que se hicieron suyos fueron el cercano bar Elisabets o los futbolines del Tra-Ros, en la calle Tallers.
Royo no estuvo ayer en la presentación de su Poesía reunida (1980-2011) en la librería Calders. Una enfermedad degenerativa, la esclerosis múltiple, lo mantiene en su casa, postrado en la cama, sin poder siquiera hablar. Pero sus amigos –los del pinball– lo grabaron anoche todo en vídeo, y ahí Royo podrá ver la gran cantidad de público, entre críticos, compañeros, lectores, poetas... como J.A.Masoliver Ródenas, Kepa Murúa... y por supuesto los editores Bruno Montané y Ana María Chagra.
Porta ha llevado a cabo la edición de los textos, junto con Gustavo Vega. Cuenta que “con Benavente, le vamos a ver a Palau de Plegamans todos los meses y, a pesar del progresivo deterioro físico, ha seguido el proceso de elaboración del libro”.
Royo se inició como poeta social, pero es con el libro Naznava (1982) –primero del recopilatorio– con el que adopta su voz propia. Sus otras obras son Ipshitilla que incluía Naznava,(1997), Okupación del alma y @-dreams09). El volumen incluye además algunos inéditos, en especial 20, Mozart St., que fue rehaciendo y reelaborando.
Su obra es una asimilación de lecturas –Leopardi, T.S.Eliot, Rodolfo Hinostroza, Ezra Pound, Panero...– muy influenciada por los caligramas y la poesía visual, pero lejos de cualquier adscripción. Al margen de las corrientes del momento, “hacía una poesía simbolista, muy distinta de la de sus amigos, que tendían a lo beat, a explicar hechos reales, más narrativos, mientras que él prefería la intuición poética”, cuenta Porta. Su único compromiso fue “su propia experimentación –a decir de Vega–, una refundación que integra elementos visuales, ecuaciones, signos de net-art, variaciones numéricas, códigos de máquinas y claves con listados que buscan la exactitud del decir científico”. Tan distinto era que fue el único que no apareció en la antología Algunos poetas de Barcelona que publicó Sabater en 1978 con versos de ¡dieciséis! otros componentes del grupo.
“La muerte es uno de sus temas clave –explica Montané–, escribe desde el otro lado, un ensueño, está más allá”. Amigo de Ángel Crespo o Jaime Siles, Royo fue agitador cultural, con una editorial propia, Boston, de factura artesana, dirigiendo colecciones de otros sellos y con una galería de arte, el Amagatotis. Publicó a autores como Rafael Argullol, Antonio Colinas, Francesc Parcerisas o Miquel de Palol, en volúmenes que incluían grabados numerados. Es autor también del ensayo La imagen poética (2004).
No sabemos qué pensará el poeta al ver el vídeo. A lo mejor le viene a la mente su poema parte tercera (1982): “Siento que nada de esto es lo mío / y me divierto tirando piedras a los escaparates / o masturbándome en las cabinas telefónicas / mientras la gente me observa y se pone a gritar / y salgo corriendo hacia esa pesadilla / donde yacen abiertos los ojos de ezra pound / hasta esconderme en un sueño horrible —que soy yo— / y todo vuelve a ser lo suficientemente absurdo”.