...y todos los buitres comieron de mi mano
José Antonio Arcediano
10/2014
Huir de la desesperación o sumirse en ella por completo: el dilema del hombre-buitre o buitre-hombre que planea, cansado, sobre estas páginas. Las sobras del banquete, la carroña, bien pueden convertirse en el preciado alimento de aquel que asume que su propia libertad está seriamente comprometida a causa de esa desesperación. Desde ese punto, desde la visión de la realidad como obstáculo insuperable, el “yo” poético ofrece algunas concesiones que le liberan del esfuerzo titánico de la confrontación y se concentra simplemente en rechazar o eludir las manifestaciones del absurdo, para culminar la recuperación de su espacio con la total seguridad de que, más allá del nihilismo, la realidad le ofrece la posibilidad de reconciliarse consigo mismo, en la plena conciencia de que le aguarda un destino inequívoco: la desaparición. En medio de ese discurso, intercaladas, otras voces introducen notas más o menos discordantes, matices de esa realidad cruda, áspera, corrompida y escurridiza, que contribuyen a asentar el tono grave y ronco del personaje-poeta.
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