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Rai Ferrer, para siempre artista
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Rai Ferrer, para siempre artista
DAVID CASTILLO  20/4/2018



H ace siete meses que murió Rai Ferrer. Tenía 75 años y había pasado la vida involucrado en proyectos relacionados con la cultura desde diferentes disciplinas. Hay que decir que, como si fuera un alquimista, Ferrer convirtió su vida en una obra de arte, que superaría los retos de cuando llegó a Barcelona de niño: huérfano de padre y años de hospicio y sanatorio antituberculoso hasta la adolescencia.


Lejos de quedar atrapado a un destino de novela de Dickens, su fortaleza, entusiasmo y simpatía lo llevaron a entrar a Bruguera para repartir paquetes, pero rápidamente se colocó como compaginador de las revistas Can Can y DDT, Cansado de las fantasmades de los directivos, la abandonó para empezar una odisea. Por casualidades de la vida, mientras estaba con la compañía de teatro independiente de Mario Gas conoció Miguel Agustí –hijo del poeta y famoso novelista Ignasi Agustí–, éste le propuso ser director artístico de la revista Strong, que a finales de los sesenta empezó a introducir figuras del cómic como Lucky Luke, Spirou y los Pitufos, algunos de los cuales ya habían salido en catalán en Cavall Fort. El colectivo Onomatopeya, que hizo creativos cómics con trama de índole histórica sobre personajes silenciados como el mítico Durruti, y también los batacazos con la censura y un juicio por ofensas al ejército en la misma época que Els Juglars podrían resumir un currículum que lo llevó a infinidad de cabeceras de prensa, por ejemplo revistas como Por favor, Papus, El Viejo Topo,  el boletín del Colegio de Periodistas, la revista Carrer de la Federación de Asociaciones de Vecinos y todos los años que ha hecho de crítico literario en El Periódico. También habría que acentuar la bibliografía con estudios sobre la historieta, el anarquismo y otros aspectos relacionados con la novela policiaca y la de aventuras, de las cuales era un auténtico especialista.


En el marco del Ateneu Barcelonès y bajo los auspicios de la Asociación Colegial de Escritores de Catalunya, y coordinado por Joan-Ignasi Ortuño Benages, se hizo un homenaje a la figura de Ferrer, con la participación de muchos de sus amigos y de su viuda, Marie Claire Uberquoi. La sesión fue tan entrañable como el bueno de Rai.


Después de la visión del documental sobre Rai firmada por Jordi Artigas –lo pueden ver en el web La memoria de los dibujantes–, Miguel Agustí remarcó que el éxito de los proyectos del artista fue por su carisma y fidelidad: “Él era un anarquista pobre y yo un pijo de Sitges. Él daba la cara en Strong y yo estaba detrás. Su ausencia me provoca un sentimiento de orfandad.” Josep Maria Cadena insistió que “Rai era un anarquista que unía a la gente,  no la separaba. Estaba por encima de las ideas porque era serio, dispuesto y un hombre que sumaba.” El también periodista Jaume Fabre continuó en esta línea para decir que “había recogido el mejor espíritu anarquista de los años treinta. Destacaba por su generosidad, te lo daba todo.” El líder vecinal Andrés Naya destacó la proximidad del personaje para recordar la primera portada que hizo para la revista Carrer dedicada a José Agustín Goytisolo: “Rai era cómo el lobito bueno, un hombre que reunía calidad humana, fuerza y capacidad de trabajo.”


La sesión la cerró el actor y gran doblador Camilo García Casar, que recordó cuando lo conoció en un viaje en Ibiza: “Me pareció el perfecto beatnik, interesado por todo”. Recitó unos poemas inéditos de Rai al estilo de León Felipe mientras evocaba obras de teatro compartidas y vivencias. La escritora Antonina Rodrigo mostró gratitud a un hombre solidario, de crítica constructiva, “fiel a las ideas libertarias y a una forma de ser por siempre jamás fraternal”. Todos añoraremos a Rai, un hombre único”.


David Castillo
Artículo publicado en el diario Avui





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